El académico de número analiza la crisis económica, social y política que vive nuestro país en su columna del diario Estrategia.
Chile se encuentra sumido en una múltiple y profunda crisis. Una crisis económica, que está dominada por una difícil situación financiera internacional como asimismo por las complejas incidencias que tendrían las anunciadas medidas económicas domésticas, especialmente en vistas a una reforma tributaria. Se dice que Chile será el próximo año uno de los dos países de la región latinoamericana, junto a Haití, que experimentará un crecimiento negativo. Esto unido al aumento del desempleo, la disminución de los salarios reales y una inflación que está golpeando con fuerza a las familias, extiende y profundiza la crisis que se vive. Salir de esto tomará tiempo, y en mucho dependerá de la inversión, actualmente desalentada por temas de seguridad y la amenaza de una reforma tributaria que podrá ser todo, menos un estímulo para arriesgar el capital. El horizonte se ve muy complejo, y no se advierten las políticas públicas que puedan hacerle frente con algún grado de éxito, más allá de los discursos dominados por un alto voluntarismo y una fuerte ideologización.
Pero también se vive una crisis social, marcada por un empeoramiento en la distribución del ingreso y la profundización de los problemas ya advertidos en materia de salud, educación y pensiones. El presupuesto elaborado para el año 2023 no trajo noticias importantes en estos ámbitos, y en el caso de la educación el tema se ve dominado por el recorte de recursos a los colegios bicentenario y por la crisis acumulada que viene manteniendo el sistema de desmunicipalización.