El académico de número reflexiona sobre los desmanes ocasionados la semana pasada por estudiantes en Santiago en su columna del diario El Mercurio.
Grupos de escolares y estudiantes han comenzado a incrementar la violencia, los desmanes y la destrucción de sus colegios, varios de ellos emblemáticos. Se encapuchan, se ponen overoles blancos, lanzan bombas molotov, incendian buses e invaden estaciones del metro y, al sentarse en las orillas de los andenes, ocasionan la suspensión del servicio. Se intenta reeditar lo que fue el “estallido social”, sin considerar que la población está hastiada de tener que sacrificar tiempo, trabajo e ingresos por este tipo de conductas violentas.
Es insólito que el exconvencional Hugo Gutiérrez diga: “nuevamente los jóvenes haciéndose cargo de las irresponsabilidades de los viejos”. Qué diferencia con el video de un padre que retiró a su hijo del Liceo de Aplicación, porque, en sus palabras, “la educación la tienen secuestrada”, y si bien está de acuerdo con las demandas de que hay que mejorar el sistema, “el problema es que cuando te escondes detrás de una máscara, con una molotov, no consigues nada”.
El mayor problema de estos estudiantes es la ausencia de autoridad materna y paterna, y de esto da muestra el papá que retiró a su hijo del Liceo de Aplicación. Son los padres los que deben preocuparse de la educación de sus hijos y sobre todo de esa minoría que se resiste a ir a clases y que provoca todo tipo de desmanes. La responsabilidad civil de reparar los daños tanto materiales como morales que causan los hijos corresponde a los progenitores en la medida que habiten la misma casa; y, más aún, la responsabilidad se presume si se trata de delitos o cuasidelitos cometidos por sus hijos menores, “que conocidamente provengan de mala educación, o de los hábitos viciosos que les han dejado adquirir”. Son normas del Código Civil que señalan que son los padres los que deben responder por los hechos ilícitos de sus hijos que causan daño a otros.