En una columna de El Mercurio, el académico de número advierte sobre el peligro de que el miedo a la delincuencia y la inseguridad en Chile sea utilizado por los políticos para promover medidas extremas y populistas.
En la actual situación en Chile está ocurriendo algo extremadamente peligroso.
No se trata solo de los crímenes y los asaltos, sino sobre todo de la actitud que se principia a generalizar frente a ellos. Los políticos en competencia sospechan que si el miedo se agudiza y se enseñorea, como está ocurriendo, las personas estarán dispuestas a pagar cualquier precio para acabar con él.
Comienzan entonces las propuestas. Cada una tratando de estar a la altura del temor y la inseguridad que siente la población. Y como para apagar el miedo ningún precio parece demasiado alto, principia la desmesura y se abandona la reflexión. Armas, pena de muerte, zanjas, cárceles gigantescas, identificación del sujeto peligroso en base a la nacionalidad o a la etnia, campos de reclusión, cuerpos armados municipales, principian a integrar las propuestas de quienes aspiran a tomar las riendas del Estado.
Se ha visto estos días a propósito de los crímenes ocurridos en Graneros.
Todo eso es, por supuesto, comprensible; pero es muy peligroso.