El académico de número medita sobre la crisis de seguridad que vive Chile en su columna de El Mercurio.
Cuarenta y cinco asesinatos en cincuenta días, esa es la cifra que dio a conocer el gobernador de la Región Metropolitana. ¿Qué decir frente a eso?
Hay, desde luego, quien dirá que el asunto no es tan grave, puesto que, incluso con cuarenta y cinco asesinados a cuestas, Chile sigue siendo un país seguro. Y se aseverará entonces que la disminución de la seguridad es cuestión de percepción subjetiva. Por supuesto que es de percepción subjetiva, ¿y qué cosa humana no lo es? Todo lo humano pasa por el tamiz de la subjetividad, de manera que, salvo las alucinaciones y las fantasías, el resto de las experiencias subjetivas, el temor a la criminalidad entre ellas, son muy relevantes y reales. Hay, pues, que descartar ese tipo de afirmaciones que, mostrando datos de aquí y de allá, intentan sugerir, a pretexto de la racionalidad, que el asunto no es para tanto.
Amartya Sen mostró en algunos de sus trabajos que el individuo humano solo puede aspirar a la objetividad posicional, es decir, a emitir afirmaciones cuya objetividad depende de la posición desde la que se profieren. Así entonces, quizá valga la pena hacer el esfuerzo de situarse en la posición de los habitantes de los barrios de Santiago para advertir la gravedad de lo que está ocurriendo, antes de salir con eso de las percepciones subjetivas (¡como si alguna no lo fuera!).