Columna de la la exministra de Relaciones Exteriores de Chile publicada en el diario La Tercera.
Estamos en un momento de crisis global. Son estas instancias en las que miramos a otros que en la historia han sido ejemplo para salir de los momentos más difíciles. Ese es el caso de Václav Havel, uno de los íconos de la transición a la democracia en Europa del Este, pero además un humanista de aquellos que no abundan. Su carrera de dramaturgo lo puso en el rol del otro. Fue capaz de imaginar que había otros personajes que también importaban. Entender que al frente habrían derrotados a los que tender la mano de reconciliación. Su país sería distinto a la Rumania de Ceaucescu.
Havel vio otra solución. Puso en la minoría de la administración al propio Partido Comunista que tanto combatió. Por eso la derrota del comunismo no era por la vía de las armas o la erradicación de quienes habían sostenido el régimen. Por el contrario, después de asumir el poder sostuvo que “el comunismo fue derrocado por la vida, por el pensamiento, por la dignidad”. En este aspecto, cabe mencionar que Havel, al igual que otros intelectuales de la época como Benedicto XVI, tienen un especial interés por la verdad. No cualquiera, pero más bien aquella que trasciende los límites de nuestros tiempos y contextos.