Columna del escritor y analista político publicada en el diario La Tercera.
Por mucha buena voluntad que se ponga para juzgar la gestión de Gabriel Boric como Presidente de la República, no es posible ignorar que tiene problemas para desempeñar el cargo. Se ha hecho evidente que el peso de la jefatura del Estado es excesivo para sus espaldas, lo cual, probablemente, está ligado a ciertas dificultades personales que arrastra. Ello se refleja en sus frecuentes cambios de opinión, sus gestos desproporcionados al responder críticas, su empeño de individuación.
Recién instalado en La Moneda, contó que había reflexionado acerca de si dejaba o no un retrato de Bernardo O’Higgins en el despacho presidencial, episodio revelador de muchas cosas al mismo tiempo. Seguro que no pensó en el efecto de sus palabras, pero eso mismo lleva a recelar de la percepción que tiene de la realidad y de sí mismo.
Recordemos que el 11 de marzo, en el momento en que iba a recibir la banda presidencial, se dio unas vueltas extrañas detrás del Mandatario saliente. Y lo que hizo el 18 de septiembre, en el Tedeum, cuando en medio de la misa los asistentes se pusieron de pie, y él, en primera fila, giró hasta casi darle la espalda al altar y se quedó allí, extático, lo que puso nerviosas a las ministras que estaban cerca (minuto 1:09:29 de la ceremonia). ¿Qué fue todo eso? ¿Es efectivo que son manifestaciones de Trastorno Obsesivo Compulsivo?