El académico de número reflexiona sobre el debate en el espacio público en su columna del diario El Mercurio.
Cuando se acerca la hora de escribir esta columna cambio la focalización de mi mirada y procuro enterarme en qué está la actualidad nacional. Me doy cuenta entonces que mi oficio, mi domicilio en Maule y mis preferencias me han alejado de aquello que se halla en el centro de la atención pública en lo que se refiere al acontecer de Chile. Será porque, visto desde cierta distancia, lo que se percibe son más bien corrientes y tendencias, un fondo que se mueve lentamente, el telón sobre el cual se proyecta lo episódico. Sobre ese fondo se construye una actualidad nacional, que siempre existe, pero no coincide necesariamente con la común, al menos la actualidad que definen los medios de comunicación y a la que todos parecen concurrir mansamente. ¿Es lo que se debate en un espacio público circunscrito solo una versión de lo actual? ¿Cómo se decide?
En círculos, aparece después, desde luego, cierto acontecer internacional —el horroroso conflicto en Gaza, la guerra en Ucrania y el terrorismo en Rusia y Europa— que tiene la capacidad de penetrar las fronteras y de convertirse, por lo mismo, no en algo que acaece allá afuera que pueda mirarse como un espectáculo, sino en un acontecimiento que nos compete de un modo íntimo y cercano. Sería lo nacional de lo internacional. Esa actualidad “nacional” se sigue día a día acudiendo a la mayor diversidad de fuentes posibles.