El académico de número conmemora el centenario del nacimiento del escultor y grabador español, Eduardo Chillida, en su columna de El Mercurio.
Este año se cumple el centenario del nacimiento del gran artista vasco (1924-2002). Una efeméride que ha dado ocasión a numerosos actos de conmemoración desde columnas y artículos de prensa, pasando por seminarios, investigaciones y exposiciones. En Santiago, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica, el lector encontrará una muestra que vale la pena visitar.
La obra de Eduardo Chillida ha sido objeto de un reconocimiento internacional que el propio artista recibió en vida: sus esculturas están emplazadas en diversas localizaciones en todos los continentes, expuestas en los principales museos y fue galardonado con todos los premios que es dable imaginar.
Chillida fue un artista reflexivo y se detuvo a pensar en profundidad la escultura, pensamiento complejo en que juegan las nociones de espacio, límite y vacío. Precisamente, en 1968 se organizó en Suiza un encuentro con el filósofo Martin Heidegger del cual resultó una colaboración en la que Chillida ilustró una conferencia del pensador alemán acerca del arte y el espacio. Un fragmento de esa colaboración se halla expuesto en la muestra de Santiago. Desde ese encuentro, el pensamiento de Chillida, que había llegado de manera independiente a soluciones semejantes a las del filósofo, se vio fuertemente influenciado por este. Se puede decir que la obra del artista vasco es la encarnación plástica de la filosofía del arte de Heidegger.