La académica de número analiza el debate sobre las futuras normativas constitucionales referidas a las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Orden y Seguridad Pública en su columna del diario El Libero.
El fin de semana se realizó la tradicional Parada Militar en la elipse del Parque O’Higgins, como ya es tradicional, marcando un alto rating de sintonía en su transmisión televisiva. En esta oportunidad, el homenaje a las Glorias del Ejército estuvo marcado por el realce a las figuras de “primera línea” de atención en la pandemia que nos ha afectado, así como por el recuerdo a sus víctimas de la misma.
El desarrollo de la Parada Militar de este año, pese a su austeridad, despertó críticas respecto al presupuesto comprometido como también al rol que han jugado nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Orden. Es así como el convencional constituyente, Mauricio Daza, publicó en redes sociales, un cronograma respecto de una serie de hechos que imputa a nuestros cuerpos armados en desmedro de la democracia. El problema es que su análisis parte del año 1973 desconociendo su aporte esencial a la consolidación de la República desde el siglo XIX en adelante. Y es que si somos una república independiente y respetada es gracias a hombres y mujeres como O’Higgins, Freire, Carrera, la sargento Candelaria, Irene Morales, Prieto, Bulnes, Blanco Encalada y tantos otros que no trepidaron en entregar lo mejor de sí mismos para la consolidación de un Chile grande y próspero. Pero tampoco podemos olvidar a aquellos que, apostados en zonas de difícil acceso o con condiciones climáticas extremas, estuvieron alertas a defender nuestra integridad territorial en el año 1978, después de que Argentina declarara insanable nulo el fallo arbitral sobre el canal Beagle.
Cabe preguntarse, entonces, si este convencional constituyente, como aquellos otros que puedan compartir su pensamiento, cuentan con la objetividad necesaria para abordar la redacción de las futuras normas constitucionales que orienten el accionar de las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Orden en la nueva Carta. Con mayor razón, si pareciera que su único objetivo es impedir que se repitan acontecimientos como los del 11 de septiembre de 1973 con efectos que, sin duda, nadie puede suscribir. ¿Se tratará de esto la subordinación democrática de los militares que se ha puesto tan en boga? ¿Y si el único objetivo es que no vuelvan a interrumpir el curso de la democracia, en qué estado queda el debate de sus misiones en un mundo crecientemente globalizado y con nuevas amenazas que inevitablemente deberemos enfrentar?