La académica de número medita sobre la censura del “wokismo” a la libertad intelectual y al derecho de expresar opiniones en su columna de El Mercurio.
Un grupo de más de 40 profesores de la Universidad de Oxford, de izquierda y de derecha, han salido a la palestra recientemente para denunciar los efectos nocivos que la intolerancia de ciertos grupos activistas está teniendo sobre la libertad intelectual y el derecho a expresar opiniones sin restricción o censura y, de ese modo, están dañando la esencia misma de lo que debe ser una universidad.
Ello surge a propósito del intento por parte de ciertos grupos de forzar la cancelación de la invitación a una filósofa feminista, la Dra. Kathleen Stock, a hablar en la sociedad de debates, por su posición crítica a la teoría de género y su convicción de que el sexo biológico es un factor determinante del género y, en consecuencia, de que las mujeres trans no son propiamente mujeres. A juicio de dichos académicos, estos puntos de vista no son ilícitos y deben poder ser discutidos frente a una audiencia de adultos inteligentes, y recuerdan que “las universidades existen, entre otras razones, para promover la libertad de indagación y la búsqueda desinteresada de la verdad por medio de argumentos racionales” y por ello “las universidades deben continuar siendo lugares donde las ideas contenciosas puedan ser abiertamente discutidas”. De no ser así, argumentan, estaríamos frente a una situación en que algunos “se coluden para suprimir la expresión de puntos de vista controvertidos, pero potencialmente verdaderos, para impedir que ellos sean ampliamente conocidos”.