Lucía Santa Cruz: “La hipocresía”

La académica de número se reflexiona sobre la noción del bien y del mal en su columna de El Mercurio.

“La hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud”, escribió François de La Rochefoucauld, el filósofo y escritor francés del siglo XVII. En sus Máximas recoge la complejidad de la naturaleza humana, sus motivaciones y múltiples contradicciones entre lo que son sus instintos primarios y las exigencias éticas que la sociedad demanda; entre la virtud, que define el “deber ser”, y el comportamiento empírico de las personas en la vida real.

Ciertamente la hipocresía es una característica difícil de defender, pues es un gran fraude entre lo que se dice profesar como creencias y valores morales, y los actos y conductas. Es un engaño; es una pretensión de superioridad moral muy poco atractiva; y es un signo de deshonestidad intelectual y falta de coherencia moral.

Sin perjuicio de ello, lo que rescata La Rochefoucauld es que en cada pretensión hipócrita existe implícito un reconocimiento del poder de la virtud sobre las expectativas sociales. En suma, la virtud representa un gran capital y nadie quiere renunciar a ella, al menos retóricamente, aunque no sea capaz de vivir de acuerdo a estas exigencias. En este sentido, la hipocresía es una demostración de que incluso quienes no poseen virtudes se ven en la obligación de proclamar el valor de las mismas en el discurso público como expresión de respeto por los valores que la sociedad aprecia. Este reconocimiento de lo que es correcto y bueno permite mantener la virtud como una aspiración.

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