Lucía Santa Cruz: “Adiós, Presidente Piñera”

La académica de número reflexiona sobre la vida del expresidente de Chile, Sebastián Piñera Echenique, en su columna de El Mercurio.

Admito de antemano y sin pudor que esta columna no la escribiré como analista desapasionada, ni con pretensiones académicas de ninguna índole, pues lo hago desde un profundo sentido de pérdida, de tristeza y de dolor. Como ciudadana lamento la partida de alguien que seguía con la fuerza, la vitalidad, el entusiasmo y la generosidad para continuar ayudando a nuestro país a dejar atrás el estancamiento y la confrontación odiosa como única moneda de cambio en la vida política. En lo personal, siento haber perdido a quien me atrevo a llamar un buen amigo, a quien quise y admiré.

Tampoco es fácil encontrar algo muy novedoso y original respecto de sus logros y su legado, pues todo parece haber sido dicho en estos días, en que los elogios, a veces muy tardíos, han sido prolíficos para celebrar sus innumerables dotes y aportes a nuestra historia y sus muchas cualidades y virtudes para liderar. Ya todo parece obvio: su capacidad y vigor para enfrentar los más arduos desafíos: la pandemia, la reconstrucción tras el terrible terremoto, justo al asumir su primer gobierno; su persistencia y tenacidad para no desistir, cuando ya todos habían dado como imposible la salvación de los 33 mineros, hasta resucitarlos desde las entrañas de la tierra; su resiliencia y temple para enfrentar lo que él mismo con mucho acierto calificó como un “golpe de Estado no tradicional” en octubre de 2019, cuando, en medio de la violencia desatada y sin precedentes, muchos intentaron derrocar a quien era el legítimo representante de la soberanía popular, ante la mirada indolente de tantos “demócratas” y mientras otros, desde su propia vereda, clamaban para que abandonara el poder y lo acusaban de motivos espurios por su determinación de encontrar salidas institucionales a la crisis, y así salvar la democracia.

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