José Rodríguez Elizondo: “Qué hacer con nuestros partidos II (Chile ante el espejo peruano)”

El académico de número analiza en El Líbero  la crisis de representación actual en el sistema democrático.

El axioma según el cual sin partidos políticos no hay democracia, debe ser reformulado. Aunque parezca tautológico -palabreja que significa algo así como “obvio”-, la realidad dice que la democracia representativa exige partidos políticos democráticos, en un marco de cultura democrática. Como mínimos comunes, están la memoria de un pacto social pluralista y un orden jurídico que reconozca el derecho a gobernar de la mayoría, con respeto a los derechos de las minorías.
Entre el miedo y la resignación

Está claro que los partidos políticos no son inmortales. Pueden desaparecer y, de hecho, los sepultados son más que los vivos.

Lo grave, para la supervivencia de la democracia, sucede cuando surgen al margen de la ley o comienzan a morir en patota. Es lo que acontece en las revoluciones de verdad -el fenómeno más autoritario que existe, según Marx- y lo que comenzó a suceder en el Perú, tras el autogolpe de Estado de Alberto Fujimori de 1992.

Entonces, en un proceso de mediano y largo plazo, comenzaron a extinguirse los partidos que iniciaron la transición democrática, con base en la Constitución de 1980. Por eso, mientras se escriben estas líneas, la jefatura del Estado peruano se está definiendo entre dos personas, apoyadas en agrupaciones ad-hoc, que ni siquiera unidas superaron el 40% de la votación de primera vuelta.

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