En su columna de El Mercurio, el académico de número analiza las consecuencias económicas de la baja proporción de alumnos chilenos que se gradúan en carreras STEM.
En estos días en que los jóvenes se matriculan para ingresar a la educación superior, necesitamos que una mayor proporción se inscriba en las carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). Según los últimos datos disponibles, en nuestro país solo un 15% de los estudiantes se gradúan de carreras universitarias de esas especialidades. El promedio en 38 países de la OCDE es 23%. Chile es el país que muestra la menor proporción de graduados en carreras STEM de los 38 países.
En cambio entre nuestros estudiantes las carreras de negocios y leyes tienen una mayor preferencia: 27%, por encima del 25% en promedio para los mismos países de la OCDE.
Sabemos que a partir de la Revolución Industrial las especialidades STEM tienen una creciente importancia para el buen desempeño de la economía. Desde entonces su relevancia para el progreso económico, así como la demanda de empleos con esas competencias, no ha dejado de aumentar. Los cambios tecnológicos actuales anticipan que esa tendencia se acentuará en el futuro.