El académico de número reflexiona sobre los llamados a realizar una nueva reforma en el ámbito de la educación en su columna en El Mercurio.
Diversas voces plantean la necesidad de una contrarreforma educacional. ¿A qué se refieren, exactamente? ¿Qué busca revertir esta propuesta de contrarreforma?
Desde comienzos del presente año diversas voces plantean la necesidad de una contrarreforma educacional. ¿A qué se refieren, exactamente? ¿Cuál es la reforma —o sus varias partes— que desean revertir?
Pues eso es lo que se propone; devolver la educación al estado o condición que tuvo antes de la reforma. La idea misma de contrarreforma apunta, en general, a una actuación contraria a una reforma anterior. Octavio Paz solía mencionar en sus escritos y entrevistas que América Latina era hija de la Contrarreforma. Quizá por eso aquí todo esfuerzo modernizador solo resulta a medias. En nuestras sociedades, decía, “se yuxtaponen la Contrarreforma y el liberalismo, la hacienda y la industria, el analfabeto y el literato cosmopolita, el cacique y el banquero”. En realidad, lo llamativo es la facilidad con que esas características se confunden a veces en unos mismos personajes, grupos sociales e instituciones. Por ejemplo, se puede ser conservador y neoliberal o republicano y antidemocrático al mismo tiempo.
Tal vez por esa misma historia contrarreformadora nuestras sociedades llegaron tan tardíamente a la alfabetización y la escolarización elemental. Dentro de esa trayectoria se explica también la resistencia de las sociedades latinoamericanas, y Chile no es ajeno, a los cambios en las maneras de educar y la facilidad para revertir reformas anteriores, en vez de mejorarlas.