El académico de número reflexionó sobre el proceso de recambio de las elites políticas en una columna del diario digital El Líbero.
“-¿Qué esperamos congregados en el foro? Es a los bárbaros que hoy llegan”.
Constantino Cavafis
Recuerdo bien cuando hace algunos años un colega, muy decididamente de izquierdas, me dijo: “no entiendo esa obsesión tuya con las élites y tu tesis de que estaríamos a las puertas de su inevitable renovación, sobre todo de la elite política, cuando en realidad ahí seguirán eternamente los mismos de siempre, o bien, si logramos que se vayan, desaparecerán para siempre”. Puedo imaginar cómo tras el 18-O, con el estallido, mi colega saboreó la victoria. Y hasta hoy está viendo desaparecer los últimos vestigios elitarios de la faz de la sociedad, para dar paso a la espléndida igualdad del pueblo, sin odiosas jerarquías ni privilegios ni abusos.
Sin embargo, la que él llamó generosamente “mi tesis” sigue en pie, a mi entender, y se confirma y renueva cada día.
Hace un año me preguntaba aquí mismo en qué situación se encuentran las elites chilenas. Unos meses después comentaba la cuestión de si las elites solo circulan o pueden suprimirse, inclinándome hacia la tesis tradicional de la sociología; cual es, que el personal de las elites cambia, pero las posiciones de elite permanecen o se recrean, incluso después de las revoluciones. En sucesivas incursiones, antes y después del estallido, abordé además el tópico de las elites políticas, las elites profesionales del mundo civil y militar, la elite mediática creadora de opinión pública, llegando incluso a explorar —en medio de un cuadro de rápido desvanecimiento de la vieja elite concertacionista— mi propio lugar en el crepúsculo de un ciclo que inexorablemente va quedando atrás.