El académico de número reflexiona sobre “las consignas políticas” en su columna del diario El Mercurio.
Las consignas políticas sirven un doble propósito: son directrices dadas a los miembros de un partido para orientar su acción y sirven, a la vez, como contraseña para el mutuo reconocimiento entre los integrantes de esa agrupación. Tienen pues un contenido intelectual y normativo por un lado y, por el otro, un sentido práctico y de integración colectiva.
Una consigna repetida frecuentemente durante el último tiempo es la relativa a los 30 años: “no son 30 pesos, son 30 años”, se dice para justificar el estallido del 18-O. Y, en versión más sofisticada: son 30 años de indiferencia, pobreza y desigualdad. Llegó así a ser una clave del octubrismo.
Hasta hace algunas semanas sirvió para afirmar la identidad generacional del gobierno de Boric y orientó la acción colectiva de la coalición oficialista (Frente Amplio y PC). Representaba a la nueva izquierda rupturista, antisistema, post neoliberal, y expresaba el surgimiento de un nuevo ciclo de la política chilena. Sobre todo, un proyecto refundacional, de cambio de paradigma, ajeno (se subentiende) a los males, deficiencias, renuncias y transacciones de la vieja Concertación.
Este último aspecto es esencial. Debía marcar un verdadero parteaguas entre el Chile del continuismo y el abuso, y una izquierda de moral superior. Una nueva Constitución clausuraría los 30 años e inauguraría el giro radical.