El académico de número analiza el debate constitucional previo al plebiscito del próximo 17 de diciembre en su columna de El Mercurio.
Si de aprontes se trata, el En contra tiene todas las de ganar. Sin embargo, es más probable que pierda. Si ello ocurre, la responsabilidad será de los partidos que enarbolan la opción del rechazo. Tendrán muchos años para lamentarlo.
El En contra parte con ventaja, desde luego, en las encuestas. Ello parece originarse, ya se ha repetido innúmeras veces, no tanto porque la gente rechace el texto o alguna de sus partes, sino porque el fastidio con la política llevó a muchos, aun antes de que se escribieran las primeras líneas, a repudiar el esfuerzo y la promesa. Poco pudieron contra ello las buenas maneras usadas en esta nueva versión y el esbozo de una casa común que lograron los expertos.
Bueno, pero todo eso cambiará cuando la gente lea el texto, se sostuvo en la derecha. Ello no ocurrirá. Primero, porque pretender la lectura de un texto obeso de cerca de 50.000 palabras, el doble de las que tiene la que nos rige, el doble de lo que tiene el promedio de las constituciones del mundo, resulta improbable. En segundo lugar, y más importante, porque si aquello en lo que puso sus esperanzas la derecha no fue en la lectura del proyecto, sino en la discusión de cinco o seis de sus ideas centrales, eso tampoco le está resultando.