El académico de número analiza reflexiona sobre los efectos de la formalización del ex General Director de Carabineros, Ricardo Yáñez, en una columna de El Mercurio.
Carabineros es el principal instrumento del Estado para enfrentar el problema que más preocupa y atemoriza a la población. Uno de los peores errores que puede cometer un gobierno es debilitar a sus uniformados, desalentar la mística con que trabajan, hacerlos titubear en el uso legítimo de la fuerza con que están llamados a combatir la violencia y el delito.
El general Yáñez asumió en noviembre de 2020, luego de tres jefes institucionales que fueron llamados a retiro anticipadamente por haber perdido la confianza de la autoridad y en medio del desprestigio de la institución. Serán diez años de mandos interrumpidos, pues el Gobierno sostuvo su tesis de que un general no puede sentarse en el banquillo de los acusados con uniforme.
Cuando Yáñez asumió, ex altos mandos se encontraban manchados por escándalos de corrupción; Carabineros estaba mal preparado y peor equipado para enfrentar la violencia que aún azotaba al país, el prestigio institucional estaba por el suelo, las postulaciones a sus filas habían decrecido de modo notorio y existían antecedentes para afirmar que la moral entre oficiales y tropa había decaído ostensiblemente.