Este lunes 18 de marzo, después de un minuto de silencio y antes de iniciarse la primera sesión ordinaria de 2024, se rindió un breve homenaje al exministro de Hacienda.
Las siguientes palabras en homenaje al académico de número, Jorge Causas Lama, fueron pronunciadas por el académico de número, Cristián Zegers Ariztía, en la sesión ordinaria de este lunes 18 de marzo de 2024:
“En su discurso de incorporación a esta Academia, en 1991, Jorge Cauas decía haber tenido la suerte de experimentar en su vida actividades que le exigieron “estar atento al desarrollo de las ideas y también entrar en el campo en que éstas se hacen realidad. La zona fronteriza entre el pensamiento puro y la acción concreta, -agregaba entonces-, tiene la calidad profunda de la creación humana, pero, al mismo tiempo, la fuerza terrible de lo incompleto y lo imperfecto. De ella derivan gozo y humildad”.
Creo que nuestro colega fallecido en diciembre pasado, y al que hoy rendimos un tributo de cariño y gratitud, dejó bien insinuado en lo ya dicho, el carácter de su notable trayectoria. Cauas, en efecto, fue un protagonista esencial, de nuestra historia económica reciente. Entre 1975 y 1976, le correspondió la tarea titánica de conducir la dura recuperación desde una de las dos crisis más profundas y socialmente devastadoras de la economía chilena en el siglo veinte, y a la par, dejar sentadas las bases de su conversión en un modelo abierto y competitivo.
Se hizo cargo de ejercer -¡y vaya que las ejerció!- facultades inéditas en una autoridad económica. En virtud del decreto ley 966, toda la administración pública quedó bajo su tuición como ministro de Hacienda, con la sola excepción de Relaciones Exteriores, Defensa y Justicia. Sus medidas fueron igualmente inéditas: en quince días redujo el 15% del gasto público en moneda nacional y el 30% del gasto en dólares, sobre un presupuesto ya rebajado; las plantas de la administración pública se disminuyeron en 30%, acelerándose la venta de las empresas estatales no estratégicas, y aplicando un aumento del impuesto a la renta.
Tan imperiosa partida del tratamiento de shock, se debió por una parte al fracaso del gradualismo económico aplicado el año anterior para salvar la crisis, y de otro lado, a un terremoto en la economía mundial por el alza brutal del precio del petróleo, sumada, en el caso de Chile, a una baja igualmente pronunciada del precio del cobre a US$ O,58 la libra. Nuestro colega de Academia, Sergio Molina, hizo ver en esos días en la revista “Mensaje” que la información desde el exterior iba desde la noticia alarmante “del inicio de una crisis semejante a la del año treinta, hasta aquellos que reconocen una recesión de graves consecuencias en el corto plazo”.
El foco lo puso Cauas en reducir la inflación. Su ritmo sobre más de mil por ciento anual, heredado de 1973, no se había logrado contener. En efecto, el IPC de 1974 anotaba un alza de 369%, mientras el déficit de los cientos de empresas estatizadas, la peor sangría, hacía que el Banco Central emitiera en dos meses el circulante previsto para un año. La descomposición de los ahorros y sueldos de la masa trabajadora se hacía potencialmente intolerable.
Una situación económica dramática fue, pues, la confiada a la mano de Cauas, cuyo nombramiento se llevó adelante pese a la ruda oposición de la asesoría militar del gobierno. A sus 41 años, él contaba con una experiencia de rasgos excepcionales. Hijo de un matrimonio católico de Belén, nació en San Felipe, cuando su padre ejercía el comercio y viajaba asiduamente al sur; se formó con brillo en el Instituto Nacional y en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, y allí se graduó con una influyente memoria sobre hidráulica; recién egresado, se le reclutó para el Centro de Planeamiento de esa Facultad, antecesor del prestigioso Centro de Estudios Humanísticos.
Desde el inicio de su carrera, en la que rápidamente se volcó a la Economía, trabó vínculos claves para su desempeño público. En la Universidad de Columbia, donde alcanzó el Master en Economía, trabajó estrechamente con el profesor Vickrey, futuro premio Nóbel. Antes, como miembro de la juventud católica, quiso tener la experiencia del trabajo obrero. No solo integró el afamado cuadro de profesionales de Endesa, sino que colaboró estrechamente con el economista Jorge Ahumada, cuyo fallecimiento prematuro impidió que tuviera un papel central en el gobierno de Frei Montalva. El mandatario conoció a Cauas por esta vía, y lo designó consejero y más tarde vicepresidente del Banco Central, cargo que desempeñó hasta la asunción de Allende.
Entonces se le eligió Director del Instituto de Economía de la U. Católica, apoyado por los “chicago boys” chilenos, que ya lo consultaban, desde la elaboración de “El Ladrillo”, por su línea económica. Finalmente, así como rechazó una oferta del FMI, trabajó un par de años como director de estudios en el Banco Mundial, donde conoció y admiró a Mc Namara, antes de regresar definitivamente a Chile en 1974, donde nuevamente fue vicepresidente del Banco Central.
Cauas fue siempre orgulloso del credo socialcristiano de su pensamiento en políticas públicas. Convencido demócrata cristiano antes que las divisiones de los setenta afectaran a su partido, en el gobierno militar avisó a Frei Montalva y Patricio Aylwin sus razones para aceptar el mando económico en la crisis, desvinculándose de su colectividad. Defendió haber aplicado siempre una economía social de mercado, desde el gobierno económico, y nunca un “capitalismo abrutado”. Sin duda, la coherencia del plan que lideró en materias de empleo y en otras tan trascendentes como la desnutrición infantil, ameritan estudios pendientes de hacer. Conocemos bien el impacto y el desarrollo monetarista del plan de recuperación, pero no se ha reparado suficientemente en el resultado socialmente peor y por largo tiempo que pudieron tener caminos alternativos.
Los que trabajaron en la cercanía de Cauas, destacan su inteligencia pero, sobre todo, la destreza para trabajar en equipo y el trato respetuoso. Era el hombre adecuado para conducir la recuperación, dijo Sergio de Castro, “porque a su claridad de conceptos unía una personalidad capaz de tomar decisiones fuertes sin herir a nadie”. Cauas tuvo la entereza de resistir las presiones de todos los sectores cuando las cifras de 1975 fueron difíciles de digerir: caída de la producción industrial en 28%, decrecimiento del PIB en 12,9% y desempleo en alza al 17,6%, más un fuerte deterioro de los salarios reales. Los buenos resultados, esto es, la reducción del déficit fiscal y del ritmo de inflación mensual no bastaban para permear la negativa sensación ambiente. Faltaba algo de tiempo para recoger los frutos que significaron la inédita revaluación del peso y el pago de los compromisos de la deuda externa sin prórroga, y más todavía para apreciar el resultado de una economía desprendida de las trabas del Pacto Andino, y del trascendente reemplazo que hizo Cauas del impuesto a la compraventa por el impuesto al valor agregado IVA, que desató la promoción de exportaciones. Con razón Cauas insistía en que “todos los objetivos dependen de todos los instrumentos haciendo profundamente interdependientes las políticas”.
No podemos referirnos aquí a otras dimensiones de la personalidad de Cauas. Por de pronto, su amplísima cultura, con sólida riqueza humanística pero siempre abierta a los hallazgos de la ciencia. ¡Cómo olvidar, por ejemplo, las charlas privadas que nos tocó escucharle sobre los agujeros negros!. Jorge descolló después en la actividad empresarial y bancaria, pero nunca se restó a colaborar en diversas comisiones sobre políticas públicas.
Su influencia se proyectó, entre otras, en el nuevo sistema previsional y en las decisivas normas que consagraron la autonomía del Banco Central. Al ser el primer presidente del Centro de Estudios Públicos , en 1980, delineó metas que hasta hoy orientan a esta entidad.
Nuestra Academia le está agradecida por la calidad de su aporte. Su discurso de incorporación sobre Economía, Política y Política Económica, es fuente de iluminación hasta hoy en conceptos básicos, así como otros trabajos que hizo para nosotros. Su disponibilidad, entusiasmo y afabilidad serán siempre evocados con gratitud. Vaya a su esposa Rosario, que tanto significó en su vida, y con quién cultivó su querido jardín de Llay Llay, y a sus hijos Rosario y Jorge, nuestro afecto y recuerdo.
Muchas gracias.
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