Eugenio Tironi: El mundo como videojuego”

El académico analiza la política internacional en su columna habitual del diario El Mercurio.

Pasaron al olvido los tiempos cuando leíamos o veíamos de pasada las noticias internacionales, dominados por la atención a los melodramas de nuestra política local. Peanuts. Hoy el interés lo monopolizan las noticias que brotan de la Casa Blanca, empeñada, de un lado, en enterrar el orden mundial surgido de la segunda posguerra y, del otro, en desmantelar el gobierno federal de los estados por corrupto e inútil. No hay desperdicio.

Surgen sesudas hipótesis para explicar los nuevos tiempos. Desde la historia, la geopolítica, la economía, la psicología, la evolución de la cultura y sociedad estadounidenses, y por cierto. Pero aún estamos lejos de una interpretación comprensiva. Quizás falta poner en la balanza otro factor: la forma de ver el mundo de Elon Musk, el hombre más rico en la historia de la humanidad, quien hoy maneja los hilos de la administración estadounidense.

Sin sus recursos, empuje e identificación con el éxito económico, Trump no habría vuelto a la Casa Blanca. El día de la investidura lo premió ubicándolo detrás de su familia y antes que el gabinete. En las últimas semanas ha llegado a dar conferencias de prensa en la Oficina Oval con un hijo en sus brazos y Trump de espectador, o dar entrevistas conjuntas a Fox News.

El lenguaje corporal de Musk da cuenta de la euforia que lo embarga. No es para menos para un inmigrante nacido en 1971 en la convulsionada África del Sur, de un padre que lo torturaba por débil, cobarde, mediocre. Eran los días cuando el Apartheid se desmoronaba y la minoría blanca se refugiaba en sus barrios y casas, con rejas y perros, para defenderse de una sublevación que acabaría con ellos. Esta tóxica atmósfera está magistralmente retratada en la novela “Esperando a los bárbaros” (1980), de J. M. Coetzee.

>> Seguir leyendo en El Mercurio (bajo suscripción)