Ernesto Ottone: “No disparen sobre el pianista”

El académico de número analiza la segunda cuenta pública del Presidente Gabriel Boric en su columna de La Tercera.

Las cuentas públicas presidenciales pueden ser un muy buen escenario para que los gobiernos eleven su apoyo ciudadano. Para ello deben lograr transmitir un tono republicano, un deseo de construir acuerdos nacionales, mostrar empatía con las prioridades de la gente y abandonar un estilo peleón. Para que ese efecto no sea efímero y se diluya en poco tiempo debe ser seguido por acciones reales y deben evitar medidas que desmienten sus palabras. La cuenta del 1 de junio parece haber causado una buena impresión en la ciudadanía, que se refleja en una mejoría de la evaluación del gobierno prácticamente en todos los aspectos. Ello reafirma que la gente no quiere vivir en medio de una rosca política interminable y que desea que se logren acuerdos que mejoren su existencia y no sufrir los delirios de grupos enfrentados.

Para lograr resultados que duren en el tiempo, sin embargo, el gobierno debería delinear claramente el significado de su accionar, su visión estratégica de la dirección que trata de darle al país, el método con que ese diseño se lleve a cabo. En palabras de Maquiavelo, su “virtud” para enfrentar su “fortuna” o en palabras de Max Weber la mejor forma de combinar sus “convicciones” con su “responsabilidad “.

La cuenta pública del primero de junio del Presidente Boric no alcanza a contener esa dimensión o lo hace de manera algo pichiruche, solo a través de algunos trazos apenas visibles en un largo océano discursivo.

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