En su columna de El Mercurio, el académico de número análiza el escenario político y electoral a cuatro semanas de la elección presidencial.
A tan solo cuatro semanas de la elección presidencial, lo menos que puede decirse es que la campaña ha sido decepcionante. En principio, es un período crucial que permite deliberar en común sobre nuestros múltiples problemas. No se trata solo de identificar las dificultades, sino también de explorar las eventuales soluciones. El momento, además, es propicio para dibujar horizontes y sugerir futuros posibles. Sin embargo, hasta ahora hemos visto poco de aquello. Más bien, las discusiones han sido circulares, plagadas de reproches y descalificaciones recíprocas. Chile vive un momento decisivo, y nada indica que estemos aprovechando la instancia para comprender mejor dónde estamos y en qué dirección deberíamos movernos.
La primera responsabilidad es, desde luego, de los propios candidatos. En general, no han podido —o no han querido— privilegiar las propuestas y visiones de futuro. Que se entienda bien: es obvio que la competencia electoral posee una dimensión polémica y, por lo mismo, esa clave tiende a dominar la escena. Con todo, incluso en ese contexto es posible hacer bastante más por poner ideas arriba de la mesa. Es curioso, pero quizás ha sido Johannes Kaiser quien más esfuerzos ha realizado por situar la discusión en un nivel distinto (por más que se discrepe del contenido). Los otros candidatos han contribuido —cada uno a su manera— al escenario actual. Veamos.