El académico de número reflexiona sobre la crisis política y social que se vive en Chile en su columna de El Mercurio.
El que esté sacando cuentas alegres por el caso Monsalve, que sacude hoy al Gobierno, pensando que este podría traerle réditos electorales o políticos, se equivoca. Su victoria será pírrica, como todas las victorias cortoplacistas. Que el Gobierno esté en las cuerdas, dando manotazos de ahogado, en un carnaval de declaraciones desafortunadas, no debiera alegrar a la oposición que aspira a ser próximamente gobierno. Menos debiera alegrar a nadie que el Presidente haya hecho un papelón en una conferencia de prensa: el descrédito y debilitamiento de la figura presidencial en Chile tiene consecuencias, ya vimos lo que significó en medio del estallido un Presidente Piñera debilitado y acorralado. Cuidar la figura del Presidente debiera ser una tarea no solo del oficialismo, sino también de la oposición. Desde luego, el mismo Presidente es el primero que debe preocuparse de ello. Y por supuesto que no se trata de hacer vista gorda de sus errores (en este caso, de principiante), pero jugar a debilitarlo más es irresponsable. Sobre todo en medio de la crisis de seguridad en que vivimos, con un crimen organizado empoderado y un Estado que parece sobrepasado y una ciudadanía que sale todos los días con miedo a las calles.
Que el subsecretario encargado directamente de la seguridad sea hoy un imputado ante la justicia, nos ha dejado en shock y con una sensación de vulnerabilidad total. Algunos fantasean con hundir a todo el Gobierno en este abismo. Están jugando con fuego. La izquierda, hace unas semanas, hacía lo mismo con la derecha, a propósito del caso “Audio”, con invitaciones a hacer caza de brujas, y ya se descorchaban botellas de champagne pensando que ese caso iba a tener consecuencias desastrosas en las elecciones municipales para el adversario. Pasaron solo unos días y los acusadores de ayer pasaron a ser los acusados de hoy. Y mañana puede ser al revés: todo es posible hoy en Chile, porque estamos en una crisis política, cívica y moral que es mucho más grave y peligrosa de lo que pensamos.