Cristián Warnken: “La última esperanza: volver a ver”

El académico de número reflexiona sobre aprender a contemplar, en su columna de El Mercurio.

Camino por Puerto Natales, provincia de Última Esperanza. El nombre de los lugares aquí tiene que ver con situaciones extremas, radicales: seno Obstrucción, Porvenir, Última Esperanza, Puerto del Hambre. El viento, el frío, han empujado a lo largo de los siglos a los seres humanos o a la desesperación o a un nuevo comienzo. La imaginación y el delirio han traído aquí a aventureros, exploradores, renegados que han sembrado estos lugares, estas pampas, o de fracasos o de resurrecciones. “Sólo está la Patagonia para mi inmensa tristeza”, dijo el escritor francés Blaise Cendrars.

Todo aquí es lejanía. Pero también proximidad, presencia. Todo lo que sobra, lo que pesa en nuestras mochilas debemos abandonarlo, no sirve. Solo lo esencial sirve. La fisonomía de este paisaje es una invitación a la desnudez y el despojo. Un guía me comenta que la mayoría de los turistas chilenos, al llegar acá y mirar estas extensiones, estas tierras desamparadas, preguntan, como decepcionados: “¿Y esto era todo?”. Los chilenos no tenemos una relación contemplativa con nuestro paisaje, nos cuesta entender la interpelación metafísica que este nos hace todos los días. Solo los poetas han respondido esas preguntas que las montañas, los ríos, las nieves eternas y el viento no nos dejan de hacer y que solo algunos excepcionales urbanistas, arquitectos, autoridades han traducido en un habitar propio, genuino, que converse y que no distorsione nuestra “loca geografía”.

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