Agustín Squella: “Una columna ingenua”

El académico de número reflexiona sobre el periodismo, su evolución y su conexión con los sentidos y la experiencia humana en su columna de El Mercurio.

Conté alguna vez que al periodismo llegué por el olfato, o sea, por ese determinado sentido corporal y no por lo que se llama “olfato periodístico”. Cuando niño no prestaba atención a los diarios y revistas que llegaban a casa, pero la cosa cambió una mañana en la que, bajando hacia el balneario de Las Salinas, sentí cómo la prensa escrita de ese día, bañada por el sol desde muy temprano, desprendía un olor que me cautivó. A tinta, a papel, a tostado, y fue entonces que empecé a fijarme en los titulares y a darme cuenta de lo importantes que son. Tratándose de diarios y revistas no cuenta solo el espacio que se da a cada información, sino cómo se compone y redacta cada titular.

Con la prensa electrónica no siento nada como eso, y lo que hago en ocasiones es abandonar la pantalla y acercarme a alguno de los poquísimos quioscos que encuentro en el camino, aunque no ya para oler la prensa del día, sino para tocarla. En tal caso, la gratificación del tacto reemplaza a la del olfato, porque no se vería bien que un hombre mayor se acercara a meter la nariz en unas páginas impresas. También es posible sumar el beneficio del olfato al del oído, merced a ese sonido familiar que hace el papel al pasarse de una página a otra.

Los sentidos son conductores del placer, o, cuando menos, de la satisfacción, del regocijo, de la sensación que produce todo cuanto vive en alguna presencia material que gracias a los sentidos percibimos y disfrutamos.

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