El académico de número reflexiona sobre el libro “Poesía” de Violeta Parra en su columna del diario El Mercurio.
Hay momentos en que se está en casa, descansando en medio de los libros, sin ninguno en las manos, y en los que, de pronto, un poco al azar, se toma uno de ellos y se revisa con atención, casi como si de improviso, al ir por la calle, te encontraras con un viejo conocido del que no sabías hacía mucho tiempo.
Es lo que acaba de ocurrirme con Violeta Parra. Poesía, una de las perlas publicadas por Universidad de Valparaíso Editorial. Lo tomé y abrí en cualquiera de sus páginas, comprobando, una vez más, que su autora fue tan buena como su hermano haciendo poesía. “La más humana de nuestras poetas”, afirma Raúl Zurita, porque “era de otro linaje, de otra estatura”.
En ese libro, de color verde y costuras a la vista, me detuve en la composición que cuenta de la “carreta enflorá”, en que una familia llega y más tarde se retira en el campo de un matrimonio rural, y pensé en las muchas veces que he querido encontrarme con una carreta enflorá, no sé, con cardenales, con rosas, con claveles, y con sus ocupantes embriagados por el vino de la fiesta y la fragancia marchita de las flores de la carreta que los vuelve a casa. “Una carreta enflorá se detiene en la capilla, el cura salió a la entrá diciendo ¡qué maravilla!”… “En la carreta enflorá ya se marcha la familia, al doblar una quebrá se perdió la comitiva”.