Agustín Squella: “Que la vejez vaya de la mano con la sabiduría es enteramente inexacto”

El académico de número reflexiona, a partir de su nuevo libro titulado “La vejez. Tiempo contra el tiempo”, sobre la última etapa de la vida en una entrevista con El Mercurio.

Ha escrito, o siendo más precisos, ha ensayado sobre Dios o el ateísmo, la felicidad, el liberalismo, la igualdad, la libertad, la fraternidad, la democracia, la desobediencia, la dignidad, la justicia, los derechos humanos y la filosofía, entre otros asuntos humanos. Lo que no ha escrito son unas memorias, y parece que no lo hará, sin embargo, Agustín Squella (Santiago, 1944, criado en Viña del Mar y porteño por elección) ha entretejido esos temas con recuerdos personales, de modo que sin querer queriendo sí ha construido una suerte de memorias desperdigadas entre libros.

Lo vuelve a hacer en “La vejez” (UDP), obra recién aparecida, subtitulada “Tiempo contra el tiempo”, en la que este abogado de 80 años, especialista en filosofía del derecho y Premio Nacional de Humanidades 2009, reflexiona sobre esa etapa final de la vida en la que parece estar. Lo hace recurriendo a datos nacionales e internacionales sobre el envejecimiento de la población, opiniones y experiencias personales (como ir a buscar un libro y un lápiz y volver solo con el libro), pero sobre todo a la literatura (filosofía y novelas, principalmente), al cine y, claro, a anécdotas, desde la infancia en adelante.

“Cuando tenía más o menos esa misma edad”, así comienza el libro, “esta frase me interpretó: ‘He tenido 20 años y jamás permitiré decir que es la edad más hermosa de la vida’. Me apresto a cumplir 80 y ahora tampoco permitiría que se afirme algo semejante. Lo que diría es que la parte más hermosa de la vida es aquella que se prolonga entre bien pasados los 20 y antes de la llegada de los 80. Descontada la niñez, por cierto, supuesto que se la hubiera tenido feliz, como fue mi caso”.

– ¿Es usted viejo? Y, si lo es, ¿cuándo y cómo se dio cuenta?

– “‘Yo nunca seré viejo, porque para mí ser viejo es siempre tener diez años más de los que tengo’. Pero Bernard Baruch, quien dice eso, no es capaz de consolarme. Soy viejo, y me fui dando cuenta muy insensiblemente según pasaban los años. Por lo común, la vejez lo toma a uno por asalto. Uno cree que la edad fisiológica y psicológica son siempre menores que la cronológica, hasta que llega el momento en que el cuerpo avisa”.

-¿Qué le parece la identificación que se suele hacer entre vejez y sabiduría? 

– “Que la vejez vaya de la mano con la sabiduría es uno de los más antiguos clichés consoladores y enteramente exactos. ¿De quién puede decirse que es ‘sabio’? Los propios filósofos griegos de la antigüedad renunciaron a ese ampuloso apelativo y se consideraron únicamente ‘filósofos’, esto es, fieles y perseverantes ‘amigos del saber’”.

>> Entrevista completa en El Mercurio (con suscripción)