El académico de número medita sobre los desafíos que enfrenta Chile tras el reciente plebiscito constitucional en su columna del diario El Mercurio.
Me divirtió mucho la cantidad de figuras públicas, o que se sienten tales, y que, sin que nadie les preguntara, se encargaron de notificar públicamente al país, por los más distintos medios, cómo iban a votar en el reciente plebiscito, sin darse cuenta de que, sobre todo llegados a cierta edad, no se tiene la más mínima influencia en el voto de los demás.
Protagonismo, figuración, narcisismo o, cuando menos, una elevada autoestima: he ahí algunas explicaciones del hecho antes aludido. Desmesura también, e insuficiente sentido de la ubicación, y todo eso —según intuyo— como uno de los todavía no bien estudiados efectos de la pandemia. Me aterra el día en que se tenga seguridad acerca de cuáles han sido los efectos neurológicos del covid, tanto en quienes se contagiaron como no. De manera que, hasta donde se pueda, vamos a ser indulgentes con la legión de personas mayores que, sin ser requeridas para ello en alguna entrevista, se dejaron caer sobre los medios para anticipar su voto y creer que de ese modo iban a influir en el resultado del plebiscito.
Lo malo es que ahora están proliferando aquellos interesados en ser escuchados acerca de las interpretaciones del resultado del pasado domingo, y como no puedo negar que me encuentro entre ellos, voy a jugar mi carta en lo que queda de esta columna.