Agustín Squella: “Observando”

El académico de número reflexiona sobre la relación de los seres humanos con su entorno en su columna de El Mercurio.  

Desde mi departamento hay vista a un campo de fútbol muy bien tenido. No se divisa por completo, puesto que la vegetación circundante me impide ver buena parte de la superficie impecable del césped, pero con frecuencia aparecen allí grupos de jóvenes que mueven incesantemente el balón. De los arcos puedo notar uno solo, y únicamente hasta la mitad; del otro, nada. En ocasiones se juega de noche, especialmente en esta parte del año, bajo la luz de unos potentes focos.

En la oscuridad puedo permanecer allí largo rato, lamentando el momento en que cesa el juego y se apagan los focos. “Mañana tal vez”, conjeturo y deseo, porque siempre va a llegar algún grupo de jóvenes que devolverá la vitalidad a ese momento del día.

La cancha forma parte de un espacio mayor en el que hay varios jardines y que acoge la práctica de distintos deportes. Hay también gente mayor que juega a las cartas al aire libre o en un espacioso salón. Se come allí, y el desplazamiento de los comensales y personal de servicio produce una tolerable algarabía. En un espacio como este, todos los sentidos despiertan a la vez. A lo lejos, apenas audibles, se escucha la oquedad del sonido de las pelotas que mandan y devuelven los tenistas.

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