Agustín Squella: “Ir a votar”

En su columna de El Mercurio, el académico de número reflexiona sobre el significado del voto como derecho, deber y acto de conciencia en la democracia.

Votar es un derecho, y no cualquiera, sino un derecho fundamental. Un derecho político que, a diferencia de otros también fundamentales, tiene por finalidad no limitar el poder, sino participar en este mediante elecciones periódicas de representantes.

Pero ese y otros derechos pueden constituir también un deber, como es claro en el de sufragio, y, asimismo —por poner otro ejemplo—, el derecho a asistir a clases de los estudiantes y el deber de hacerlo. Se puede ser partidario del voto voluntario, aunque la obligatoriedad de este no debería sorprender negativamente a nadie que, siendo titular de derechos que se ejercen en sociedad, reconoce también la existencia de deberes en ese mismo ámbito.

En toda elección de representantes políticos, ese derecho se ejerce dirigiéndose ordenadamente a un local de votación, haciendo la fila, identificándose ante la mesa respectiva, y cumpliendo de ese modo con algo que es más que un mero trámite. Por supuesto que la democracia no consiste solo en votar en las elecciones, sino en el cumplimiento de otras varias reglas (yo cuento 18) concernientes a esa forma de gobierno. Una forma de gobierno que permite acceder al poder mediante el voto, pero que regula también el ejercicio de aquel, su división, su conservación, su incremento, y su recuperación cuando se lo hubiere perdido.

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