Agustín Squella: “Estaciones”

El académico de número reflexiona sobre la próxima llegada del otoño al país en su columna habitual en el diario El Mercurio.

No obstante tratarse de una ciudad contaminada, sobre todo acústicamente, Santiago se apresta a iniciar su mejor estación del año, el otoño. Ni frío ni tampoco exceso de calor, la parte del año que ahora se aproxima traerá atardeceres tibios y noches más bien templadas, mientras la vegetación irá tomando muy diversos e intensos colores, especialmente ocres, aunque ya próximos a apagarse una vez llegado invierno.

A diferencia del invierno y del verano, el otoño invitará muy pronto a caminar y observar los espacios arbóreos de que disponemos, lamentando que tantos habiten en poblaciones sin árboles ni jardines suficientes. Menos mal que en estas últimas crecen algunos retamos durante el verano, espontáneamente, del mismo modo gratuito que en el invierno lo hacen los también fragantes y luminosos aromos. Nadie planta aromos ni retamos ni va tampoco a comprarlos en los viveros, dejándoselos crecer en cualquier sitio y con total libertad. El olor que despiden las flores de los retamos es el perfume oficial del verano chileno.

El cambio climático es un fenómeno que altera la regularidad de las estaciones, si bien no en el curso que siguen ordenadamente unas y otras, sí en la manera como se van presentando por separado. En cambio, el otoño de nuestra capital no falla —o eso espero esta vez—, de modo que será preciso aprovecharlo mientras dure. Anticipamos la bonanza del otoño, por ahora hablando o escribiendo acerca de él, y eso nos consuela del término inminente del verano.

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