Discursos de incorporación

Sobre economía, política y política económica

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Discurso de Incorporación de Jorge Cauas Lama como Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.

El honor que se me ha conferido al incorporarme a esta academia ha creado en mi, además del natural agradecimiento, la imperiosa necesidad de responder con el aporte de lo que creo haber aprendido en mi vida que pueda ser útil a los demás. Se suman a esta reacción el orgullo de ocupar el sillón de don Enrique Bernstein, quien en su vida hiciera extraordinaria aportes a nuestro país en el campo intelectual y diplomático.

Licenciado en Leyes y Doctor en Ciencias Políticas, tiene una carrera brillante en el Ministerio de Relaciones Exteriores, la que culmina en la Dirección General y en las Embajadas en Austria, Francia y Embajada Especial ante la Santa Sede. Como Representante Especial en los asuntos de la Mediación Papal en el diferendo con la República Argentina le cupo un papel importantísimo en uno de los hechos más destacados de nuestra historia diplomática de este siglo.

Llegado el momento de compartir sus experiencias nos entregó varios volúmenes de sus Memorias las que constituyen un fascinante recuento de su vida y un aporte muy valioso para la historia de los períodos a que se refiere.

Recuerdo con emoción las oportunidades en que conocí sus ideas y opiniones, en particular en mi actividad de Embajador. Su carácter simultáneamente profundo, abierto y veraz, hacia que su consejo fuera de un valor inestimable. Su calidad humana y su estilo jovial acentuaba aún más el agrado de su cercanía. Su amistad me honro profundamente y sucederlo es una gran responsabilidad que asumo gustoso.

He  tenido la suerte de experimentar en mi vida actividades que me han exigido  estar atento al desarrollo de las ideas y también entrar en el campo en que éstas se hacen realidad. La zona fronteriza entre el pensamiento  puro y la acción concreta tiene la calidad profunda de la creación humana, pero, al mismo tiempo, la fuerza terrible de lo incompleto y lo imperfecto. De  ella derivan gozo y  humildad.Y de ambas es este último sentimiento el que predomina en mí en este instante.

Llegué a la economía más bien tarde en mi vida intelectual y profesional. La formación científica inicial en ingeniería fue sin embargo un excelente cimiento para iniciarme en una disciplina que, entre todas las de carácter social, tiene la pretensión de estar más fuertemente fundamentada en un marco conceptual y analítico, que conduce con mayor facilidad a una formalización rigurosa. Esa etapa fue, por lo tanto, fácil de enfrentar. La que le siguió, planteó exigencias mucho más profundas. La percepción, difusa al comienzo pero cada vez más potente, fue que la realidad podía ser imitada pero no asumida en su verdadera complejidad; que la libertad de cada ser humano introducía en su conducta, y en el impacto de esta en la sociedad, un elemento de riqueza que no solo debía ser valorado, sino que respetado, y que, en el último término, el pasar del pensamiento al deseo de actuar en la realidad suponía este respeto, que no era otra cosa que el reconocimiento franco de una limitación profunda.

No quiero que interpreten las reflexiones anteriores en el sentido de negar o invalidar la posibilidad de un mejor conocimiento del mundo a través de la economía. Por el contrario, este conocimiento representa una aproximación de importancia decisiva. Lo que quieren prevenir estas reflexiones es más bien ese peligro que “las ideas crezcan hasta alcanzar proporciones monstruosas” como ha dicho Ernst Junger.

Equilibrar ambos aspectos, esto es, la valorización del análisis como instrumento y el respeto por la libertad y la consiguiente aceptación de la riqueza de la realidad, es un tarea trivial. Pero es absolutamente necesaria si se tiene la pretensión de obtener resultados simultáneamente eficientes y enriquecedores. En la medida en que uno de estos aspectos se empobrece, se cae en uno de dos extremos igualmente perturbadores: los intentos bien inspirados pero generadores de desorden o la imposición de fuerzas generadoras de empobrecimiento humano. Ambos, a su vez, tienen un solo destino: el fracaso.

La historia muchas veces es benevolente. Permite circunstancias en las cuales es posible producir la compatibilización de los aspectos antes indicados. Ello depende, esencialmente, de una combinación de liderazgo con una aceptación básica de la necesidad. Junger nuevamente: “el espectador se va coartado en su libertad por lo necesario, pero es el, con su libertad precisamente, quien otorga un estilo a lo necesario”.

Entremos ahora más precisamente a describir nuestro propósito. Digamos, en primer lugar, que aunque el pensamiento en materia de economía y su aplicación tiene expresión en todas las épocas historias, es solo a partir de 1776 que adquiere independencia como disciplina con Adam Smith, siendo notable que fuera un profesor de filosofía moral el que diera origen a la economía moderna con su obra La Riqueza de las Naciones. El desarrollo de la economía, a partir de entonces, ha sido profundo y extenso. Ha tocado con fuerza todos los aspectos de la vida humana en sociedad, en algunos casos para mejorarla. Ha puesto en guardia a otras disciplinas y, en algunas, ha influido en su evolución. Y aun en otros casos ha provocado reacciones más o menos violentas de rechazo. Pero se ha constituido en un hecho cierto de la historia y ha permeado regímenes de organización social diferentes.

Nos referimos especialmente a un desarrollo que justamente está en la frontera a la que nos referimos inicialmente, y que ha sido particularmente poderoso en lo que se denomina economía mixtas, vale decir aquellas que, dejando funcionar el sistema de mercado, otorgan a los gobiernos un papel más o menos importante. Me refiero al concepto de Política Económica, tal como se lo entiende como posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. El propósito de este trabajo *será referirse a la génesis de la idea, a su desarrollo y a una discusión del contexto histórico y analítico que se desenvuelve. Por cierto en esta etapa, nuestro trabajo no pretende más originalidad que la organización con que presenta las ideas que han configurado esta disciplina. Después discutiremos aspectos conceptuales y sus consecuencias institucionales y políticas.  Por último, me permitiré replantear a la luz de la discusión anterior una experiencia en la que me cupo participación en materia de política económica en los años sesenta. 

Trataré en lo posible de desarrollar la exposición en términos no especializados. Inevitablemente, sin embargo, la referencia a ciertas teorías no podrá escapar al marco analítico y conceptual construido por la disciplina. Finalmente , las referencias bibliográficas son aquellas que considero esenciales particularmente representativas y que además permitan profundizar en las diferentes materias tratadas.

1. RAÍCES DEL CONCEPTO DE POLÍTICA ECONÓMICA

Nuestra comprensión actual sobre la Teoría de la Política Económica parte con el trabajo pionero de Jan Tinbergen en 1952, quien traspasó su experiencia en la Oficina Central de Planificación de Holanda a un marco conceptual que aún es clave en la materia que, en otros aportes, le valió el Premio Nobel de Economía. Su definición de Política Económica es precisa y restrictiva: corresponde a aquellos actos de conducta económica encaminados a optimizar una determinada función de carácter social por parte de la autoridad pública. Es decir,se trata de actos de gobierno.

Es importante aquí destacar el contexto histórico en el cual este desarrollo ocurre. Este proviene del florecimiento de las ideas de John Maynued Keynes, profesor de la Universidad de Cambridge, quien en su Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, en 1936, configuró las bases de lo que sería la teoría predominante en materia económica hasta bien avanzado el siglo xx. Keynes fue, además del intelectual sofisticado y hombre de gobierno, un notable teórico. Basta con mencionar, por ejemplo, su obra maestra de 1930, el Tratado sobre el Dinero. Sin embargo, es su Teoría General la que marcó profundamente la acción económica de varias décadas. Ella es hija de la crisis económica que sacudió al mundo y su planteamiento básico, atractivo justamente por su simplicidad, traslada a la acción pública la responsabilidad de producirlos resultados globales económicos que las teorías clásicas, con su preocupación por la decisión a nivel individual, no eran, aparentemente, capaces de lograr. De allí brotó con fuerza la teoría de los agregados económicos, la que se refiere a magnitudes globales como el ingreso nacional, a la que se denominó macroeconomía, y una concepción de organización económica que otorgaba a los gobiernos una responsabilidad mucho mayor, fundamentada en su mayor capacidad para guiarlos procesos de carácter económico que el mercado. Valga afirmar, a esta altura, que Keynes seguramente pensaba que suposición permitiría la supervivencia del capitalismo, el que además de sufrir la crisis enfrentaba el embate intelectual y político del pensamiento socialista. Nacen entonces, con fuerza,esquemas teóricos que desarrollan y amplifican el pensamiento keynesiano, uno de los cuales será mencionado posteriormente por su profundo impacto intelectual. Además, la idea de la eficiencia de la planificación central en una economía mixta, tomó cuerpo en la mayoría de los países de occidente.

El éxito de la teoría, su aplicación generalizada y su atractivo de carácter político, hicieron que terminada la Segunda Guerra Mundial, el terreno estuviera maduro para una validación intelectual más precisa, esta vez desde el ángulo de su aplicación. Es aquí donde entra Tinbergen. 

El primer paso queda Tinbergen es distinguir, en el contexto macroeconómico y a referido, las distintas variables, por ejemplo nivel global del ingreso, nivel global del a producción, nivel global del empleo, cantidad de dinero, gasto fiscal, nivel, general de precios, etc., separando aquellas que representan objetivos a ser alcanzados de aquéllas que pueden ser usadas como instrumentos para lograrlos. Agrega a estas dos primeras categorías otras dos más: las que son datos externos al sistema en consideración y las que pueden derivarse a través de relaciones funcionales de algunas de Ias contenidas en las categorías anteriores. Hecha esta clasificación, su paso siguiente se apoya en la teoría económica al usar las ecuaciones derivadas de ella para expresar cómo estos cuatro tipos de variables juegan entre sí.

La teoría discurre aquí a través de la obtención de un número de relaciones que sea equivalente al número de objetivos definidos, siendo cada una de ellas función de las otras variables mencionadas y en particular, de los instrumentos escogidos. Esta condición caracteriza la estructura lógica del sistema, la que además permite su cuantificación, lo que da origen a su vez a una rama de la disciplina económica denominada econometría.

En la consideración anterior, está implícita la afirmación que, en teoría, los objetivos son considerados incógnitas y los instrumentos dados en el sistema a resolver. El paso dado Tinbergen para definir Política Económica, y su afirmación fundamental, es revertir ambos roles, haciendo que los instrumentos sean considerados incógnitas y los objetivos datos, que es precisamente la óptica desde la cual debe enfrentar el problema el responsable de una decisión política. Para que esta revisión conduzca a un resultado único, en un modelo simple, el número de instrumentos debe ser igual al número de objetivos, lo que constituye el nudo del aporte de Tinbergen.

Sus consecuencias, si bien parecen de sentido común, han marcado en forma permanente las restricciones que caen sobre los responsables de la política económica y que son la prueba de fuego básica de su capacidad de éxito. La primera es que, en general, todos los objetivos dependen de todos los instrumentos haciendo profundamente interdependientes las políticas. La segunda es que si hay más objetivos que instrumentos, caso sistemáticamente repetido en la realidad, el sistema no puede ser resuelto correctamente. 

Mucho puede decirse aquí de las dificultades prácticas de aplicación del esquema anterior. Ellas van desde la dificultad política de definir las metas de la sociedad en forma adecuada, hasta la crítica profunda a la capacidad de medir y cuantificar las relaciones necesarias, pasando por la necesidad de una teoría válida. Sin embargo, la potencia del razonamiento de Tinbergen consiste precisamente en que ubica en forma simple las condiciones para la existencia y ubicación de la solución buscada.

Es tal vez necesario, a esta altura, mencionar brevemente un desarrollo posterior que complementa y enriquece el análisis de Tinbergen. En 1962, Robert Mundell, a la sazón funcionario del Fondo Monetario Internacional, exploró las características dinámicas, vale decir aquellas que introducen la influencia del tiempo, en las ecuaciones de Tinbergen, para llegara una afirmación complementaria a las de éste; no todas las políticas-son igualmente eficientes para la obtención de los objetivos; ellas deben ser pareadas con los objetivos sobre los que ejerzan mayor influencia. A modo de ejemplo, afirma y demuestra que, en una economía con tipo de cambio fijo, frente a un desequilibrio de carácter externo, por ejemplo un déficit no deseado en balanza de pagos, la política monetaria es la adecuada y que frentea. Uno de carácter doméstico, por ejemplo un exceso de gasto, lo es la política fiscal. 

No es difícil imaginar el optimismo derivado de estas líneas de pensamiento. Sin embargo, no pasaron sin sufrir enfrentamientos con corrientes que, fundamentadas en las raíces clásicas, disputaron en su momento las debilidades percibidas en su contenido y fueron, a su vez, las bases para las líneas conceptuales que maduraron en las décadas recientes y que constituyen el estado actual del pensamiento en la materia.

2. RÉPLICAS Y CONTRA RÉPLICAS

Una de las críticas más importantes nace de un intelectual cuyo pensamiento económico está enriquecido por su capacidad para enfrentarlo, no sólo con el rigor propio de la disciplina sino que en un contexto filosófico y social riguroso. Nos referimos a Friedrich von Hayek, profesor de la Universidad de Friburgo, cuya obra, desde la década de los treinta, está marcada por su profunda crítica al peligro colectivista que veía en las tendencias socialistas y keynesianas, las que desembocan según él en el “engreimiento fatal de que el hombre es capaz de moldear el mundo a su alrededor de acuerdo con sus deseos”, como lo menciona en su último libro, que resume su pensamiento, titulado precisamente El Engreimiento Fatal. Este concepto, sumados a su crítica al análisis de los fenómenos agregados· sin el rigor impuesto por la teoría clásica, como lo plantea en su Teoría Monetaria y el Ciclo Económico, generan una profunda huella en’ la historia del pensamiento económico moderno cuya fructificación en el campo político estamos ahora presenciando, luego de una maduración lenta pero sistemática.

La concepción de la sociedad de Hayek está profundamente enraizada en su valoración de la libertad de las personas y de los procesos sociales como un fenómeno evolutivo de carácter cultural, lo que entronca con la concepción de la economía como una disciplina filosófica. Por otra parte, apunta. A la incapacidad para generar una teoría coherente del equilibrio de los fenómenos económicos de los enfoques apriorísticos agregados, volviendo su mirada en particular a la denominada Escuela de Lausanne, de fines del siglo XIX, y en particular a su creador León Walras cuya Teoría del Equilibrio General, expuesta  en su Elementos de Economía Política Pura,construye, a partir de las decisiones individuales y del funcionamiento de los mercados,una fundamentación rigurosa del funcionamiento del sistema económico. Volveremos a ver el impacto de esta línea de pensamiento en una de las tres corrientes contemporáneas del estado actual de la economía.

La otra crítica importante al pensamiento de Keynes y su efecto en Política Económica se genera en la tradición anglosajona y su representante más destacado es Milton Friedman. 

Este notable economista, asociado con la que se ha denominado Escuela de Chicago, está también una mezcla da de una fuerte capacidad analítica y un profundo sentido crítico, en relación con la organización institucional y política derivada de las corrientes colectivistas. Es claramente en esta segunda línea donde es más reconocido por el público, asociándolo a una posición de defensa de los sistemas de mercado. Sin embargo, su aporte analítico es el que tiene un fuerte impacto en la materia que nos preocupa.

Heredero, como se ha dicho, de la tradición anglosajona, su metodología empalma con la estructura formal asociada a un profesor de Cambridge de fines del siglo pasado, Alfred Marshall quien en su Principios de Economia fijo el marco analitico derivado de la teoria clásica que aún tiene plena validez académica. Su enfoque, a diferencia del de Walras, tiende a entrar en profundidad en el comportamiento parcial de los diferentes mercados y es en este aspecto donde el enfoque de Milton Friedman destaca en forma más aguda. 

Tal vez el texto que mejor resume la posición de Friedman, es su discurso presencial a la Sociedad Americana Americana de Economía el año 1968 donde explora las implicancias en materia de política económica de su visión teórica. Allí manifiesta su concordancia con la obtención de objetivos de política económica, tales como alto empleo, estabilidad de precios y crecimiento rápido, pero manifiesta sus profundas reservas respecto a la forma de uso de los diferentes instrumentos y , más precisamente, su escepticismo respecto a que un manejo discrecional por parte de la autoridad pudiera ser eficiente para el logro de determinadas metas. Esta crítica, mantenida. En pleno auge de la teoría keynesiana, empieza a tener impacto al coexistir presiones de carácter inflacionario con bajos niveles de crecimiento, lo que contradecía fundamentalmente uno de los puntos más potentes del optimismo anteriormente vigente de lograr combinaciones políticamente adecuadas de inflación y empleo. 

En este contexto, Friedman fija su atención en un mercado, monetario, que había sido declarado prácticamente impotente por Keynes, y penetrando en sus raíces teóricas más profundas, que conducen a reconocer que dicho mercado· identifica sólo el valor nominal del nivel agregado de la producción, vale decir, no permite obtener su descomposición en el nivel real y en su componente de precios, deduce que la autoridad sólo puede controlar el nivel nominal y no puede fijar las variables reales. Queda un solo paso por dar: el reconocimiento que si bien la política monetaria no tiene potencia para obtener metas reales, si funciona mal tiende a perturbar profundamente el sistema y por lo tanto debe constituirse en una norma estable. Por ello, propone que la tarea prácticamente única de la autoridad es lograr un crecimiento moderado, digamos en el rango de tres al cinco por ciento de la cantidad de dinero, lo que sí es un instrumento que dicha autoridad puede controlar.

No vamos a extendernos aquí en las dificultades analíticas y prácticas de este enfoque, que van desde la discusión sobre la correcta teoría del ingreso o de la nómina hacia la apropiada definición del indicador que mide la cantidad de dinero. Sin embargo, el indicador un elemento de influencia cuya capacidad explicativa de la conducta de los agregados nominales en el largo plazo resultaba reconocida hasta por sus críticos, llegó a ser la base de múltiples diseños y concentró la discusión en las condiciones institucionales que hacen que una política económica tuviera efectos reales a lo menos en el corto plazo.

Surge entonces la contrarréplica. Entre las múltiples voces, destacaremos la de Franco Modigliani, profesor del Massachusetts Institute of Technology, también cuna de escuelas de pensamiento claves en materia económica. Tal vez, Modigliani es más conocido por su aporte fundamental a la teoría moderna de las finanzas, pero su impacto es también importantísimo en las tendencias que recuperan parte del pensamiento de Keynes en la actualidad. Es interesante destacar que Modigliani, como Hayek y Friedman, fueron merecedores del Premio Nobel de Economía.

Tomaremos también aquí un texto paralelo que resume la posición de Modigliani: su discurso presidencial en la Sociedad Americana de Economía casi diez años posterior del de Friedman. Aquí ya tenemos una aceptación mucho más profunda del rol de la política monetaria, lo que no es de extrañar dado el comportamiento de la economía mundial de entonces. Pero se la usa como uno de los instrumentos en una política de estabilización que usan también otros, particularmente el fiscal en una combinación apropiada. La fundamentación de Modigliani, además de la conceptual propia de la escuela de pensamiento a la que se asociaba, tiene elementos históricos precisos. Afirma que la capacidad de una política que pretendiera manejar exclusivamente la demanda agregada de la economía (léase política fiscal), queda perturbada por la presencia de fenómenos generados en el comportamiento del nivel agregado de la oferta, situación claramente existente a comienzo de la década del setenta. Así, ni el mejor manejo de la demanda agregada puede contrapesar los impactos de la oferta sin conducir a la coexistencia de desempleo con inflación. Así también, deben considerarse otras políticas (léase la monetaria) como parte del diseño adecuado para enfrentar una situación de partida diferente y por cierto más compleja que la considerada en el enfoque de Keynes.

3. LA REVOLUCIÓN DE LAS EXPECTATIVAS RACIONALES

A estas alturas se produce lo que con razón es considerado el aporte más importante en las últimas décadas en materia de teoría y política macroeconómica y que alteró radicalmente las reglas del juego, a partir de entonces, en todas las escuelas de pensamiento descritas anteriormente, marcándose sin retorno. Me refiero a la Teoría de Expectativas Racionales. Elegiremos, no muy arbitrariamente, a Robert Lucas como su principal exponente, puesto que es alrededor de los trabajos de este profesor de la Universidad de Chicago nacido en 1937 donde gira con mayor fuerza la discusión sobre el tema.

Lucas enfrenta el problema de la explicación de los ciclos económicos partiendo de dos premisas fundamentales. La primera, retoma esencialmente el enfoque clásico describiendo a los modelos de carácter keynesiano como puramente apriorísticos e imitadores de la realidad (aunque reconoce su potencia) y vuelve a replantear la necesidad de una teoría explicativa que permita prever resultados al postular cambios en las situaciones que los condicionan. Obviamente, esto conduce a la exploración de las diferentes situaciones de equilibrio partiendo de las diferentes premisas que las generan en un esquema basado en la resultante de la acción individual de optimización de los diferentes actores económicos.

Hasta aquí se trata de una vuelta a las raíces clásicas. Es en la segunda premisa donde produce la revolución, al asumir que los diferentes agentes utilizan y procesan información en tal forma que pueden predecir el futuro libre de desviaciones sistemáticas, a lo que denomina expectativas racionales. La idea de la importancia de la reacción de los diferentes agentes a la información de que disponen no era extraña a la economía como es natural. Muchos modelos de comportamiento de mercado debían adoptar alguna hipótesis, normalmente basada en supuestos arbitrarios de combinaciones del comportamiento pasado, para tratar de explicar algunos fenómenos. Un trabajo seminal de John Muth en 1961 cambia radicalmente el enfoque al buscar racionalidad en esta explotación de información para orientar la conducta. Las implicaciones de dicho trabajo en materia macroeconómica fueron obvias y no pasó mucho más de una década antes que la teoría y la práctica de la macroeconomía tuvieran que ser replanteadas. Su impacto fue tal que todas las interpretaciones actuales la postulan de una forma u otra, lo que es absolutamente explicable por sus consecuencias. Para partir, de esta determinación racional se deduce que la conducta de los agentes económicos, al predecir la de la autoridad, la termina invalidando, haciendo que el concepto de una política económica activa sea profundamente cuestionado. Y debemos agregar que, en este cuadro, la capacidad de medición econometrics se ve también puesta en duda como resultado de la hipótesis que la conducta de los agentes se ve influida por su percepción correcta de la conducta de la autoridad.

4. EL ESTADO ACTUAL DE LA MACROECONOMÍA

Haremos ahora un breve recuento de las teorías actuales sobre la materia, derivado por cierto de las descripciones anteriores.

Debe mencionarse en primer término que en la línea monetarista es el propio Lucas quien, usando su esquema de análisis, se encarga de validar la tesis de Friedman. Si aceptamos la relativa impotencia de la autoridad porque el público es capaz de preverla, la primera consecuencia obvia es que la única posibilidad de influencia provendría de acciones que lograran engañar a este, y la segunda, que genera su norma de política, es que entonces es preferible una norma estable para reducir al máximo las fluctuaciones, y por lo tanto, la recomendación friedmaniana es tal vez la más sensata. 

Esta posición, que gozó de popularidad, se ve enfrentada nuevamente con las dos grandes corrientes provenientes de los años treinta, pero esta vez refinadas y depuradas por el impacto de la Teoría de las Expectativas Racionales.

Por un lado, el pensamiento de Walras-Hayek se revitaliza a trues de la denominada Teoría de los Ciclos Reales que, den tro de la tradición clásica, niega que las acciones monetarias tengan algún efecto sobre el ingreso y el empleo, y atribuyen la asociación que se observa al fenómeno de causalidad reversa, es decir, a la respuesta de la cantidad de dinero a las variaciones del ingreso, vía la autoridad monetaria. La norma de política es obvia en este caso: el mínimo de intervención.

Por otro lado, el pensamiento de Keynes, en el postulado de la rigidez observada de algunos precios, ha sido revitalizado a través de la teoría denominada de Rigideces Nominales y Contratos. Su fundamento es la observación de una multiplicidad de actos jurídicos que mantienen las magnitudes contractuales en términos nominales a pesar de sus efectos de carácter real. La consecuencia en materia de política es que es posible el diseño de políticas activas.

Estas tres corrientes describen más o menos adecuadamente el estado actual de la materia. Comentaremos ahora esta situación y sus consecuencias.

5. ALGUNAS REFLEXIONES

Una observación que surge de inmediato es la dispersión que se produce en materia de interpretación de los fenómenos y de las políticas adecuadas a seguir. Este fenómeno, si bien desconcertante en una disciplina cuyo impacto es tan profundo en la sociedad, no es extraño en el desarrollo de la ciencia. De hecho, una de las teorías acerca de la historia del conocimiento científico más importante, la de Thomas Kuhn, lo describe claramente. Se vive en esta materia una época en que un paradigma fue superado y la búsqueda de su reemplazo aún no permite visualizar el siguiente con claridad.

El paradigma keynesiano que tuvo su expresión formal brillante en un trabajo publicado en 1937 por el profesor John Hicks de la Universidad de Oxford, y que habíamos adelantado al mencionar el aporte de Keynes, no ha podido ser sustituido por su claridad y simplicidad. Nada hay en los esquemas actuales que se le parezca en materia de traducir el esquema conceptual en normas fáciles de interpretar y por tanto de aplicar. Y, a pesar de la crítica que ha debido soportar en sus cincuenta años de vida, aún sirve como un esquema que ordena las ideas y permite visualizar los efectos de las diferentes políticas.

Esta situación plantea a la disciplina una tarea que es propia de la construcción del conocimiento humano: la de continuar una búsqueda que permita que el paso siguiente de interpretación de la realidad se configure. Significa que la fuerte capacidad conceptual del esquema monetario de expectativas racionales pueda estar fundamentada en una mayor capacidad explicativa; que la potencia teórica del modelo de ciclos reales y su fuerza explicativa deriven en esquemas simples y robustos cuya traducción práctica sea fácil, y que la capacidad descriptiva, característica del análisis de rigideces nominales y contratos, encuentre una contrapartida teórica potente. 

De estos desarrollos sin duda provendrá el próximo paradigma. Entretanto, sin embargo, no debe creerse que se está en el vacío. Por el contrario, se derivan de los avances logrados algunas líneas orientadoras de una enorme riqueza conceptual y práctica.

Destaca en primer lugar el valor asociado al concepto de expectativas racionales en cuanto a la importancia fundamental de la reaction de los diferentes agentes a la information de la que disponen y, por lo tanto, el respeto de toda política a la credibilidad como hipótesis básica de la relación entre la autoridad y las personas. En segundo lugar, el respeto que debe tenerse a los grandes equilibrios derivados del funcionamiento de los sistemas de mercado y los precios relativos. Su atropello no solo puede ser conducente a no lograr los propósitos buscados sino que, peor aún, puede provocar los efectos precisamente contrarios, como muchas experiencias así lo demuestran. Por último, la importancia del contexto institucional adecuado resulta obvia, ya sea por permitir una mayor eficiencia y fluidez en el funcionamiento de los mercados, o porque se constituya en una limitante poderosa para la conducta correcta en materia de información adecuada y logro de los equilibrios buscados. Además de las instituciones obvias en este caso, como las del trabajo, a modo de ejemplo deben agregarse las instituciones monetarias y cambiarias, cuya importancia es de tal naturaleza que una gran parte de la discusión actual de política económica se centra en la forma que deben adoptar instituciones como los bancos centrales.

Con estas observaciones, es posible concluir esta sección con una visión optimista de la potencialidad de las políticas económicas, siempre que ellas respeten lo que se ha aprendido. Es obvio que el estado actual del pensamiento no permite validar los extremos que rechazan cualquier capacidad de influencia o que suponen una capacidad extremadamente alta para el logro de metas públicas. Tal vez la definición más adecuada a esta altura sería la de políticas que permitan el funcionamiento de los mecanismos de mercado, con debido reconocimiento de las condiciones de información adecuada y en un contexto institucional apropiado. Queda por decir que parte no trivial de esta tarea consiste en corregir las imperfecciones sobre las cuales debe construirse una política y que muchas veces representa la dificultad más grave que se debe enfrentar por los costos asociados inevitablemente al proceso de volver a restaurar los equilibrios básicos. Es aquí donde la necesidad de aceptación debe estar basada en la confianza y la facilidad de aplicación debe tener su fundamento en instituciones adecuadas. En cualquier caso, la experiencia indica que los costos enfrentados oportuna y conscientemente son por cierto menores a los que se incurre si el sistema económico y eventualmente el político, colapsan.

6. UN CASO CONCRETO

Quiero por último compartir con ustedes algunas reflexiones derivadas de la aplicación de una política económica que fue aplicada en forma coherente en la segunda parte de la década de los sesenta y en la que me cupo la suerte de poder participar entre otras personas. Dicha política pretendía controlar el proceso inflacionario endemic° en nuestro país, al mismo tiempo que lograr una fuerte redistribución del ingreso a favor del sector asalariado. Ambas metas eran comprensibles en el cuadro histórico y político vigente y por lo tanto recibieron, sobre todo la segunda, un fuerte apoyo social.

Un trabajo analitico y descriptivo mio publicado el año 1970 describe el modelo fundamental en el que se apoyó el diseño de la política mencionada. El interés de dicho trabajo es que constituye un planteamiento explícito de la base sobre la que se apoyó la construcción práctica propuesta, lo que es importante por las lecciones derivadas de dicha experiencia.

El instrumental analítico usado permitió entonces un análisis poderoso de las opciones abiertas. Mi propósito aquí será, a veinticinco años de distancia, reflexionar sobre las características analíticas y las consecuencias de política derivadas de dicha experiencia.

No fue misterio entonces que el esfuerzo requería de una fuerte dosis de compatibilidad de las políticas para su logro simultáneo. La pregunta que surgió fue cómo lograr dicha compatibilidad, pregunta que repetiremos ahora.

Con herramientas de análisis menos detalladas que las usadas entonces, pero eventualmente más decantadas y potentes por constituir pilares fundamentales que permanecen en la historia de la Teoría Económica, es posible explorar con algún detalle la situación.

Partiendo de la hipótesis que los mecanismos laborales suponían la determinación nominal de los salarios asociándose a la inflación vigente en los periodos anteriores, se trató de encontrar aquella variación que permitiera obtener simultáneamente un descenso sistemático de la tasa de inflación, junto con un incremento del nivel del salario real.

Si se utilizan como instrumentos analíticos la Teoría Neoclásica de los Salarios y la Teoría Cuantitativa del Dinero, que representan a los dos mercados bajo análisis, encontramos además en ellas los posibles instrumentos a utilizar para el logro de las metal. La primera nos lleva a concluir, complementada por la hipotesis en materia de estructura productiva de retornos constantes a escala, que, partiendo de una situación de equilibrio, la variación del valor total de los salarios, incluyendo la variación del empleo, equivale a la variación del valor nominal de la producción, vale decir de su incremento real ma’s la variación de los precios, en la hipótesis que el aporte de los distintos factores no cambie. Si este aporte cambiará, por ejemplo, para el caso del factor trabajo, debe agregarse este efecto para obtener la variación del valor total de los salarios. Por último, debe agregarse que, en la hipótesis de constancia de la función de producción, se deduce que la variación del salario real debe equivaler a la variación de la productividad media del factor trabajo.

La Teoría Cuantitativa del Dinero, a su vez nos dice que, partiendo de una situación de equilibrio, la variación de la cantidad de dinero también equivale a la variación del valor nominal de la producción, en la hipótesis que no hubiera fluctuado la velocidad de circulación del dinero, en cuyo caso, esta fluctuación debe ser agregada con el signo apropiado al valor agregado mencionado.

Siguiendo el análisis de Tinbergen, el propósito de obtener una fluctuación deseada del valor nominal agregado de la producción debe usar un instrumento adecuado, que por cierto es el monetario, lo que exige la compatibilización, a una determinada fluctuación del nivel de empleo, de. o-we’ de variación del salario nominal. A su vez este reajuste del salario nominal garantiza que el factor salario obtenga un incremento real equivalente al aumento de productividad.

El análisis anterior confirma además la tesis de Friedman que la autoridad tiene poder solamente para determinar variaciones nominales. No entraremos a repetir aquí las consideraciones anteriores sobre este punto sino a afirmar que, en condiciones inflacionarias altas, la magnitud de la tasa de variación de los precios es un componente muy importante de la variación del agregado nominal y, por lo tanto, es sobre este donde se debe concentrar la atención.

La política anterior es coherente y su posibilidad de éxito muy alta, de poder ser aplicada rigurosamente. Pero nace la pregunta de si es posible ir más allá en materia de redistribución de ingresos, lo que explicaremos postulando que esta vez podrían usarse los salarios nominales como instrumento adicional para lograrlo, manteniendo la política monetaria derivada del caso anterior.

La teoría nos conduce aquí a diferentes situaciones: 

La primera de ellas es que el ajuste se produzca exclusivamente por la vía del nivel del empleo, haciendo que el salario de la población empleada, siendo mayor en términos nominales, conduzca presuntamente a uno mayor en términos reales porque el efecto de la política haya por lo menos mantenido la productividad del sector empleado. Es obvio que esta es una situación políticamente inestable que lleva a pensar que la probabilidad más alta está asociada a un ajuste por otra vía.

Si postulamos ahora una situación de rigidez en el empleo, la variación del nivel de la producción global, asociada con un salario nominal mayor que el de equilibrio, será mayor que la deseada inicialmente. Si en este cuadro se mantiene la política monetaria inicial, el único ajuste posible es forzar el financiamiento de la mayor planilla de salarios con un nivel de inflación mayor, el que se logra por un aumento de la velocidad de circulación del dinero. La vía por la que llega esta respuesta es por la conducta de los agentes económicos cuyas expectativas de inflación en el contexto salarial descrito los empuja a una conducta monetaria diferente a la deseada por la autoridad pero racional desde su punto de vista. El análisis planteado por Lucas parece especialmente importante aquí.

El resultado de esta situación es el quiebre de ambas metas, puesto que además de una tasa inflacionaria más alta que la deseada se llega a la invalidación por esa vía del incremento adicional buscado de los salarios reales. En este contexto, el crecimiento del producto real puede verse afectado induciendo una conducta monetaria para pretender evitarlo, dinámica cuyo resultado final es la coexistencia de inflación con estancamiento económico, tan característico de algunos países en este continente.

Por cierto que hay una posibilidad de obtención de ambas metas, pero ella pasa por un aumento de la eficiencia del factor trabajo. Por cierto, además, que este enfoque debe postular el uso de otros instrumentos conducentes a ello, como son el acervo de capital y tecnología por trabajador que permiten incrementos de la productividad, o la educación que aumenta su eficiencia relativa. Pero sus resultados son obviamente de largo plazo, lo que exige de una madurez cuya obtención requiere, entre otras, de las condiciones mencionadas anteriormente, vale decir confianza, coherencia e institucionalidad adecuada.

Despojadas de su lenguaje y estructura técnicas, estas conclusiones son aparentemente triviales, pero una y otra vez nos encontramos con que la aproximación a la realidad lleva a una visión simple y robusta.

En la experiencia histórica descrita se obtuvieron algunos avances importantes y se vivieron dificultades que permitieron avanzar en el logro de las condiciones para una maduración institucional y política más profundas. Este es el camino que todos, como seres humanos, estamos llamados a reconocer.

Término apoyándose nuevamente en Finger: “Las ideas… no alcanzan, empero, a solucionar las grandes tareas que corresponden a una edad nueva. Por muy refinados que sean los cálculos que haga Kagan —y el resultado de tales cálculos no debería ser otro que la felicidad—, siempre queda, sin embargo, un resto, un resto que se sustrae a toda solución definitiva”.