
Discurso de Incorporación de Ricardo Riesco J. como Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
Señor Presidente de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, del Instituto de Chile Profesor Dr. José Luis Cea Egaña; distinguidos Señores Académicos,
Permítame expresarle, señor Presidente, mi agradecimiento por el alto honor que se me ha conferido de ser incorporado a esta prestigiosa Corporación que Ud. tan dignamente preside. Extiendo, a la vez, mis reconocimientos, a los señores Académicos que han acordado designarme como nuevo Miembro de Número, ocupando el Sillón Nº 1, vacante por el fallecimiento de don Arturo Fontaine Aldunate.
Tengo plena y amplia consciencia de la importante labor que desempeña su Academia y, en consecuencia, la distinción que significa para mí y la responsabilidad que conlleva ingresar a ella. Conozco el Instituto de Chile y algunas de sus Academias, entre otras razones, producto de conversaciones con quien fuera ex Presidente del Instituto y de la Academia de Bellas Artes y Premio Nacional de Música, Carlos Riesco Grez, tío directo mío. En consecuencia, asumo mi incorporación con respeto y humildad. Por ello, Sr. Presidente, le confirmo mi disposición de participar constante y creativamente en las actividades de su Academia, con mi mejor espíritu de colaboración.
De igual modo soy consciente del significado que conlleva tomar posesión del sillón que ocupara, por 31 años, mi distinguido predecesor, don Arturo Fontaine Aldunate.
Tuve la suerte de conocer personalmente en vida, bastante bien, a este abogado, académico y destacado hombre público, por razones universitarias y, también, por vínculos familiares muy cercanos. Conocí a su señora, y también conozco a sus hijos e hijas. María Valentina, la mayor de sus tres hijas, destacada artista, es concuñada mía.
De ahí que me resulte un particular agrado intentar una semblanza de un intelectual católico, serio, profundo e ilustrado, un humanista cabal que marcara la vida pública y política del país por largos años, en su calidad ex director de “El Mercurio”, ex presidente del Consejo de Ética de los medios de Comunicación y Premio Nacional de Periodismo del año 1975, entre otras influyentes instancias en que se desempeñó. Asimismo, debo señalar que ambos compartimos la condición de haber sido Embajador de Chile, él en Argentina y yo en Alemania, en tiempos que el desempeño de esos cargos conllevaba una especial responsabilidad y carácter. En varias ocasiones hablamos latamente a este respecto.
Sí, don Arturo tenía un asentado carácter, y sobre todo siempre una visión clara y muy fundada de sus puntos de vista. Por eso resultaba tan interesante hablar con él. La conversación se traducía en una especie de esgrima intelectual, que requería estar dialécticamente bien armado para seguirle el paso. Si bien su principal obra la expresaba don Arturo por escrito, era igualmente un polemista formidable, nada de fácil de doblegar. No daba tregua. Le interesaba sobremanera, diría no tanto la política, sino lo político. Agudo analista, no se perdía en las menudencias. Era capaz de articular sus planteamientos en una visión de conjunto, holística, para darle proyección, orientación y sentido de bien común republicano. Esta última dimensión, bien común republicano, era para él un concepto muy preciado.
Diría que no le interesaba mayormente lo contingente, -lo pequeño, anecdótico-, sino se centraba en la sustancia, en la esencia de los procesos. Era perspicaz, agudo para mirar el trasfondo e interpretar el acontecer nacional, en especial para discernir el sentido y alcance de las grandes transformaciones nacionales de toda naturaleza que debía comentar y, en ocasiones, descifrar.
No desconocía que su pensamiento pesaba en la vida pública nacional. Me parece que eso le gustaba e impulsaba su espíritu asertivo, no obstante su carácter ponderado e independiente. Sin duda tenía una cosmovisión que defendía con firmeza, pero ella no hipotecaba ni monopolizaba su mirada ni su quehacer. Escuchaba y reconocía las contribuciones que se le hacían. Tenía una risa pronta, sonora y alegre, que en ocasiones descolocaba y distendía la conversación, evitando que se transformara en polémica ácida. Sin duda que sucederlo, amén de ser un gran honor, representa, simultáneamente, un desafío serio.
No podría concluir esta semblanza de don Arturo, sin recordar las reuniones-almuerzos que sosteníamos –a comienzos de la década de los años 90’- un conjunto de profesores de variadas disciplinas, que viajábamos por el día a Concepción, para dictar clases en la, en aquella época, naciente Universidad del Desarrollo. En el tradicional Club de esa ciudad, esos almuerzos invernales eran, en rigor, verdaderas ‘disputatios’, debates intelectuales memorables, de alto nivel, en las que don Arturo era su alma y guía. Reitero que para mí es un honor sucederlo en el sillón que él ocupara.
Señor Presidente, previo a dar lectura a mi discurso de incorporación, deseo agradecer muy sinceramente al Académico de Número don Carlos Cáceres, por su inmediata disposición a recibirme en esta ceremonia, como es usanza y tradición hacerlo. Que haya acogido mi solicitud es para mí, también un gesto muy significativo. Admiro en él por cierto su calidad humana y profesional. Nos une una amistad y un trabajo académico conjunto de largos años, y valoro en especial su capacidad de análisis. Aprecio en él su claridad y consecuencia intelectual. Muchas gracias Carlos.
Señor Presidente, paso a dar lectura a mi discurso de incorporación titulado
“UNA NUEVA E INÉDITA ESTRUCTURA DEMOGRÁFICA DESAFÍA AL MUNDO”.
Comienzo el 1º capítulo de mi exposición señalando que la situación y la evolución actual de la población del mundo es inédita. No hay precedentes históricos –en el mundo ni en Chile- de este comportamiento. Jamás el número de habitantes del planeta había sido tan alto como en el debut del siglo XXI. En el decurso del siglo XX, la población se más que cuadruplicó, pasando de 1.600 millones en 1900, a más de 7 mil millones en la actualidad.
Nunca el planeta había tenido dos países con más de mil millones, como lo son China e India. No se había dado, que más de la mitad de la población viviese concentrada en ciudades como lo hace hoy. Jamás la longevidad había sido tan grande, a la vez que tan baja la tasa de fertilidad. Tampoco se conocía esto que el mundo envejece y no se rejuvenece, lo que nos está llevando a un “avejentamiento global”.
Antes de entrar de lleno al tema quiero dejar esbozada -al inicio- tres consideraciones que cruzan como Leitmotiv, todo mi discurso:
• se está construyendo una nueva estructura demográfica, que está en vías de transformar a la población mundial en un bien escaso, en comparación con las capacidades casi ilimitadas de producción de bienes y servicios que ha alcanzado en la actualidad la humanidad. La raíz central y más profunda de los agudos problemas y desafíos políticos y socio-económicos por los que atraviesa hoy el mundo, se encuentra en esta revolución demográfica en marcha.
• Es curioso y alarmante constatar que esta revolución demográfica tiene plena vigencia e impacto en nuestro país. Hemos asimilado -a fardo cerrado-, una dinámica originaria del mundo europeo, bi-milenario, densamente poblado y de profunda complejidad histórica y geopolítica. Sorprende que ella se despliegue en Chile con una intensidad muy similar a la que se observa en el mundo desarrollado, no obstante nuestra trayectoria tan diferente y geográficamente lejana a ese mundo.
• Llama la atención no sólo la prontitud con que ellas llegaron a esta ‘finis terrae’ de ultramar que somos nosotros, sino, además, que ellas hayan enraizado con tanta profundidad, en circunstancias que esta ‘pandemia demográfica’ puede llegar a tener en Chile efectos devastadores, de los cuales se tiene poca conciencia nacional.
En la Europa de fines del siglo XVIII, fueron los fisiócratas –aquellos que le atribuyen a la naturaleza física del planeta el origen de la riqueza de las naciones- los que pusieron en debate el tema demográfico. Sin embargo, fue realmente Thomas Robert Malthus, economista inglés, demógrafo, y sacerdote anglicano, quien remeció en el año 1798 al mundo académico, cuando publicó su obra “Ensayo sobre el principio de la población”, que luego reeditara en 1803, con importantes ampliaciones y modificaciones. Postuló, para el mundo agrario e incipientemente industrial de su época, que, mientras la población crecía en progresión geométrica, la producción de alimentos lo hacía sólo en progresión aritmética.
En aquel escenario decimonónico, Malthus sostenía que sólo las guerras, hambrunas y epidemias restablecerían el “equilibrio perdido” entre estas dos variables de tan disímil comportamiento. Esta profecía condicionó de modo radical, el trasfondo geopolítico y económico de todo el siglo XIX y, sorprendentemente, también la mayor parte del siglo XX.
Como consecuencia de esta tesis, los estados nacionales desataron una pugna global, frenética, y feroz por territorios. Surgió así la llamada teoría de la “base territorial del poder de las naciones”, que tuvo su culminación –y también su colapso-, en la Guerra Fría. Esta profecía agorera, veía al territorio como una fuente central del poder, porque aseguraba alimentos, materias primas y recursos energéticos para el sustento poblacional; vale decir, aseguraba riqueza al decir de los fisiócratas. Como si lo anterior fuera poco, hacia fines del XIX se tomó conciencia –se descubrió- que el ‘oikos’, la casa del hombre, la tierra, tenía límites. Ello le confirió al territorio la calidad de ser un bien finito, y por ende, escaso, codiciado y apetecido.
El hecho de conocer todo lo susceptible de ser conocido, fue leído por las naciones de un modo simple, pero eficaz: al expandir su territorio, toda potencia lo hacía, necesaria y obligadamente, a costa de la reducción del territorio del adversario. Eso es lo que significa en rigor un ‘oikos finito’. El conjunto de luchas imperiales decimonónicas, la formación de las colonias de las potencias europeas de esa época, obedeció, en lo sustantivo, a este trasfondo geopolítico malthusiano. Y sabemos de sobra que esta disputa fue cruel y desatada.
Pero de modo paralelo comenzaba a vislumbrarse, a partir del último cuarto del siglo XX, otro profundo y también inédito hecho de la mayor relevancia. Un hito que marca una inflexión mayor en la Historia de la Cultura: la humanidad ganaba la batalla de la producción en todos los campos, por cierto, en primer lugar, en la alimentación. Basta un solo dato para dar cuenta de esta última dimensión. De la actual población mundial, sólo 750 millones (el 11%) sufre hoy de desnutrición, pero 1.500 millones, -el doble de la cifra de desnutridos-, padece hoy de obesidad, que amenaza, por lo demás, en transformarse en una pandemia mundial. Según la OMS, el 62% de la población del mundo tiene sobrepeso, y el 26% de la población es obesa. Este hecho era simplemente impensable, incluso al comienzo de la 2ª mitad del siglo XX. Pensemos, p.e., en los sombríos pronósticos del Club de Roma de los años 60.
Sin embargo, se ha configurado al mismo tiempo, una 2ª paradoja de gran escala y de implicancias globales: la población ha comenzado a devenir en un bien progresivamente escaso, en un momento que, como hemos visto, las capacidades de producción son crecientemente ilimitadas en el mundo contemporáneo. Esto que acabo de señalar determina que esté en pleno desarrollo -a nivel global-, un cambio radical e inédito en la pirámide demográfica, cuyas consecuencias son de profundos alcances en todos los ámbitos.
Lo que se está plasmando en el mundo a gran velocidad, es el reemplazo de la estructura tradicional de la pirámide demográfica, para dar paso a un cuadro demográfico de ‘pirámide invertida’, que explica aquello del porqué la población del mundo ha comenzado a devenir en un bien finito. Es decir, se ha trastrocado de manera radical la denuncia de Malthus, que remeció al mundo durante dos siglos.
Esta situación que vive hoy la humanidad, marca, a la vez, el fin de la aguda pugna por conquista y dominio de territorios en que estaban empeñadas las naciones, y que duró largos siglos. Pues bien, a cambio de ella, se viene abriendo a paso agigantado una disputa ardua para dar lugar, esta vez, a una conquista de población. En verdad, estamos en presencia de una pugna global frenética por mercados, para colocar allí esas capacidades ilimitadas de producción de bienes y servicios que tiene hoy el mundo contemporáneo.
En consecuencia, hemos transitado desde la hoy caduca “base territorial del poder” de las naciones, a la actual vigorosa intronización y omnipresente vigencia de la “base poblacional del poder” de las naciones.
En estricto rigor geopolítico, la Globalización, -aquella concepción del mundo como un espacio económico único, con libre circulación de bienes, servicios y capitales, y en menor grado de personas-, es la respuesta más elocuente, de este cambio en la base de poder de las naciones que estamos comentando.
No es mera casualidad que en la mayoría de los think-tanks del mundo, el tema de la población -mirada como un bien finito- sea, a la sazón, el centro neurálgico de sus investigaciones.
De algún modo, pareciera que el mundo es hoy, más antropocéntrico que nunca antes en toda su historia. Sin embargo, estos cambios en marcha, se despliegan conjuntamente con un debilitamiento mundial, sin precedentes, de la familia, que, como sabemos, es aquella instancia educativa y formativa primaria, original, intangible, indelegable e insustituible que ejercen los padres en toda sociedad por derecho propio inalienable. En definitiva, un mundo antropocéntrico, pero que se distancia de aquello que es la célula básica de toda sociedad: la familia.
Enumero ahora, en un 2º capítulo de mi discurso, seis cambios demográficos en marcha, para preguntarnos cuáles pueden ser sus orígenes, para concluir mi presentación, mirando las implicancias y alcances que la actual dinámica conlleva para Chile y el mundo.
- Comienzo del fin de la explosión demográfica y caída de la fecundidad
- Envejecimiento de la población (ageing)
- Concentración poblacional en ciudades = urbanización del planeta
- Colapso de los estados benefactores y del Pacto Generacional
- Fracaso de las inmigraciones
- Irrupción de la mujer al mundo laboral
Quisiera desvirtuar, con dos gráficos preliminares, dos falacias que se suelen esgrimir en estas materias demográficas, a saber: primero, un supuesto déficit de agua en el planeta y, segundo, un infundado temor por alimentos para la población mundial.
1. Comienzo del fin de la explosión demográfica y caída de la fecundidad
Prácticamente todas las proyecciones muestran que la actual población mundial de 7 mil millones, se estabilizará en torno a 9 mil millones hacia el año 2050. Recuerdo que la cifra promedio necesaria para reponer la población de una sociedad es de 2,1 hijo por mujer en edad fértil (15-45 años). Digamos de paso que las mujeres de esas edades, representa hoy, tanto en Chile como en el mundo, cerca del 40% de la población laboral activa.
El año 2011 la fecundidad promedio mundial fue de 2,5 hijos. Similar fue ese mismo año la fecundidad en el mundo en vías de desarrollo con 2,6 hijos (5.745 mill.). Pero en los países desarrollados (con 1.242 mill. de habitantes) la fecundidad fue sólo de 1,7; y así por debajo de la cifra de reposición. Retengamos un dato central en este punto: la mitad de los países del mundo tiene hoy tasas por debajo del valor de reposición.
Doy ahora una mirada a las cifras de Chile a este respecto: fertilidad 1,9 -vale decir-, por debajo del nivel de reposición. Somos –conjuntamente con Brasil y Costa Rica- el país con la fertilidad más baja de toda latinoamérica. Lejos de envanecernos por ello, esta situación reviste para nuestro país una debilidad extrema. En la década de 1960, la cifra de fertilidad era en Chile 5,4 hijos por mujer. Me temo mucho que el actual Censo Poblacional en marcha, nos va a arrojar desagradables sorpresas. Proyectando nuestra tendencia de fertilidad, Chile tendría el año 2050, escuálidos 20 millones de habitantes, comparado con los 17 millones que somos hoy. ¡Creceríamos sólo 3 millones en 40 años! Considero que estamos en presencia, tal vez, del desafío-país más importante y urgente sobre el que hay que actuar hoy.
Refiero a continuación, -sin hacer comentario alguno-, la cifra equivalente de fertilidad actual, y población proyectada al año 2050, de nuestros vecinos. Argentina -2,4 hijos, y una población proyectada al 2050 de 57,6; hoy tiene 40 mill.; Perú 2,5 hijos y 39 mill. al 2050; hoy tiene 29 mill. ; Bolivia 3,3 hijos y 17 mill. al 2050; hoy tiene 10 mill. Entonces en ¡40 años! Chile crecerá sólo 3 millones, Argentina 17,6 -Perú 10, y Bolivia 7 millones. Repito, sin comentarios.
Vuelvo a una mirada demográfica global. El mundo tendrá 9 mil millones el 2050. Pero de la diferencia de 2 mil millones entre la población actual y la prevista al año 2050, sólo unos 900 millones corresponderán a nuevos nacimientos, mientras los restantes 1.100 millones, se explican por habitantes ya existentes hoy, y que, por el aumento de las expectativas de vida, permanecerán más tiempo en este mundo. Vale decir, esos 1.100 millones son el producto concreto del ‘envejecimiento’ (ageing) que veremos luego.
En rigor se habla de explosión demográfica cuando se duplica la población en vida de una generación, es decir 35 años. Pero, todo apunta a que la explosión demográfica quedaría como una exclusividad demográfica propia y acotada, a sólo la segunda mitad del siglo XX. No la hubo antes del siglo XX, y se postula que no se volvería a repetir.
Veamos a continuación el por qué del fin de la explosión demográfica. El modelo de transición demográfica nos señala que la población de una sociedad atraviesa por 4 fases distintas a lo largo del tiempo. La primera fase y la última, son equivalente en cuanto al resultado neto: la población de esa sociedad está estabilizada, no crece ni decrece. ¿La razón de ello? Es porque la tasa de natalidad y la de mortalidad se han igualado. Distinta son las fases 2 y 3 del modelo, en las cuales la tasa de mortalidad cae radicalmente, mientras la de natalidad se mantiene muy alta, equilibrándose con la tasa de mortalidad, sólo con rezago, recién en la fase 4.
Esto, que puede sonar demasiado técnico, lo simplifico preguntando ¿Por qué se está acabando la explosión demográfica? Contesto: debido a que la mayor parte de la población del mundo está entrando a la última fase del modelo, en la que el crecimiento se ha estabilizado, ya que convergen en un mismo nivel, la tasa de natalidad y la de mortalidad.
Por razones de tiempo, no puedo profundizar aquí, aludiendo a una 5° fase que se está agregando al modelo de transición demográfico. En ella, la mortalidad es mayor que la natalidad. En ese escenario, la población disminuye. Es lo que pasa hoy en el mundo desarrollado. Reitero que hoy, en la mitad de los países del mundo la población decrece.
2. Envejecimiento de la población (ageing)
El envejecimiento de la población nos lleva a preguntarnos sobre la capacidad de una sociedad para sustentar a sus ciudadanos mayores. Un indicador de esta presión es la llamada ‘tasa de sustento para ancianos’. Ella muestra la relación que existe entre la población activa, y la población pasiva post laboral en una sociedad. Así, el año 1950 había en el mundo 12 personas en edad de trabajar, por cada anciano. El año 2010 esa proporción disminuyó a 9:1 a nivel global.
Esta tendencia es más grave en los países desarrollados. En la mayoría de los países de Europa la proporción es hoy 5:1; en Japón, Italia, Alemania, esa cifra es incluso hoy de 3:1
Para el año 2050 se estima que, a nivel mundial, la proporción será 4:1. Vale decir, caería en más de la mitad la actual relación de 9:1. El caso más dramático para ese año 2050 será el de Japón con una relación de 1:1, y también Francia con 2:1. China, México y EE.UU. tendrán sólo 3 personas activas por cada anciano.
A mitad del siglo XXI, la “tasa de sustento para ancianos” será inferior a 5:1, en más de la mitad de los países del mundo.
Este gráfico, muestra otra forma de ver lo consignado. Se observa que hoy existe una proporción prácticamente igual entre población joven pre-laboral y población anciana post-laboral en Alemania. El 2030 la población joven será 30% y la post-laboral de 50%; pero el 2050 los post-laborales serán más del doble que los jóvenes pre-laborales; 64% versus 29%.
3. Concentración poblacional en ciudades: la urbanización del planeta
Conforme a las últimas estimaciones, se habla que cerca del 60% de la población mundial viviría en ciudades. Otros autores agudizan aun más este mismo tema, señalando que el 50% de los 7 mil millones de habitantes ocupan hoy, tan sólo el 5% de la superficie terrestre. En los países desarrollados hasta un 85% de su población vive en ciudades. En Chile, la cifra también es muy alta, bordea el 85%.
Quiero señalar que en la literatura especializada se postula, cada vez con mayor insistencia, que el tema ecológico medio-ambiental, tan candente hoy, tendría una de sus raíces más profundas en esta extrema concentración de la población en ciudades. No hay lugar alguno en todo el planeta, en donde el medio natural esté mas intervenido por el hombre que en las ciudades.
Pero no es que el hombre moderno sea ecológicamente más sucio que antaño. Más bien concurren razones tecnológicas para argumentar lo contrario. El punto es que el hombre contemporáneo, al vivir concentrado en el espacio, presiona los ecosistemas urbanos, por encima de sus capacidades naturales de regeneración. Pero ello es consecuencia de la alta densidad demográfica y no de otra cosa.
Sea como fuere, también debo destacar que no es menor el hecho que la humanidad haya decidido vivir, no en contacto con la naturaleza, sino en constructos artificiales, verdaderas megalópolis, creadas por la mano del hombre. Las ciudades son testimonio no sólo de un extraño amor por el ‘hacinamiento’, sino, además, las urbes se caracterizan por una constante ‘movilidad’ de su población dentro de ellas. Las ciudades son hoy aglomeraciones de gran escala, en perpetuo movimiento, en donde convive -a corta distancia- la segregación y la diversidad cara a cara.
Por ello la vida humana en mega-ciudades es una dimensión no sólo urbanística, sino un desafío socio-político y cultural, del cual no se ha tomado aun real consciencia. Su análisis y estudio se viene postergando irresponsablemente, en circunstancias que estas “manchas urbanas” se han transformado en el ‘oikos’, la casa del hombre, para casi el 60% de la población del mundo. Representan un gigantesco reto para la humanidad, del que ni siquiera sospechamos los alcances que tiene. Cuidado, los alemanes dicen “Stadtluft macht uns frei”, “…el aire de la ciudad nos hace libres”. Las movilizaciones urbanas ciudadanas que se observan en el mundo entero ¿tendrán que ver –tal vez- algo con esto?
Dejo consignado aquí que, además del tema demográfico que es –repito- el principal y mayor desafío del mundo contemporáneo, le sigue, -a una escala de importancia sólo levemente inferior-, el macro-tema de las ciudades, en donde se ha refugiado la población mundial.
Este gráfico muestra el crecimiento de la población mundial y de la urbanización a lo largo del siglo 19 y 20. Lo interesante es constatar que, mientras la población creció en esos 200 años 7 veces, la urbanización creció 18 veces en ese mismo tiempo. La velocidad de la urbanización es casi tres veces mayor que la del crecimiento de la población. Ello nos da una dimensión de la magnitud que ha tenido la emigración campo-ciudad a nivel mundial y de los desafíos que allí se están incubando.
¿Por qué se ha urbanizado tan rápido el mundo? Es un tema para otra ocasión.
4. Colapso de los Estados benefactores
En la 2° mitad del siglo XX, durante la post 2° Guerra Mundial, -la Guerra Fría- en Europa surgió el concepto de Estado Benefactor, el conocido welfare-state en inglés, o el Wohlstandstaat, en alemán. Esta concepción buscaba acelerar la recuperación de las economías del Viejo Mundo tras las dos grandes guerras. Ese fue el origen histórico de este concepto.
El Estado subsidia a sus ciudadanos en materia de pensiones, educación, salud, medicamentos, transportes, agropecuarias, y una amplia gama de otros subsidios de variada naturaleza y profundidad. En muchos países de Europa estos subsidios consumen el 80% de sus presupuestos.
La nueva estructura demográfica, caracterizada como hemos visto por una fuerte caída de la fertilidad por un lado, y el aumento de las expectativas de vida en el otro extremo, ha hecho absolutamente inviable esta concepción. El pacto generacional solidario vigente, exige y se basa en un equilibrio entre la población económicamente activa y la población pasiva de una sociedad. La pregunta del porqué la población activa estaba dispuesta a ‘sustentar’ a la población joven no laboral y a la población adulta post-laboral, tiene sólo una respuesta central, a saber:
- porque la actual población adulta sustentó ayer a la población activa de hoy,
- porque la actual población activa será sustentada mañana por los jóvenes que hoy se están educando. De ahí que se hable que es un pacto solidario. Pero Europa está hoy fatal e indefectiblemente obligada a desmontar muchas prestaciones de su estado benefactor, con las consecuencias política-electorales que estamos observando a diario para sus gobiernos. El Viejo Mundo debe hacer esta tarea en un momento que su estructura familiar es de una debilidad extrema, por decirlo de un modo suave. La tarea que espera a aquellas sociedades implica una reestructuración gigantesca. Un solo dato de Alemania grafica este desafío: en ese país existen 19 millones de matrimonios. El 52% de ellos, 9.800 mil matrimonios, no tienen hijos. No pocos sostienen que Europa, aunque quisiese hacer el desmontaje de sus estados benefactores grotescamente dilapidadores, no lo podría hacer porque no tendría -en su reemplazo- una estructura demográfica-familiar que pueda actuar en subsidio. En Chile nunca hemos tenido, en rigor, un estado benefactor de la profundidad del europeo. Nuestro verdadero estado benefactor subsidiario es, por antonomasia, la presencia y vigencia de una estructura familiar sólida, potente, basada en lazos sanguíneos y así, fundada en la caridad. Pero esta condición es, por desgracia, una dimensión que en Chile se está deteriorando hoy tan acelerada como preocupantemente.
5. Fracaso de las inmigraciones
Hasta hace poco se sostenía que el motor que mueve las migraciones se explicaba a través del modelo ‘push- pull’. La población ‘emigra’, abandona un lugar, movida por condiciones adversas –ya sean económicas, laborales, políticas, religiosas, raciales, bélicas, etc.-, existentes en ese lugar, que le resultaban finalmente insoportables. Es el efecto ‘push’. Pero es fundamental señalar en esta modalidad, que todas estas emigraciones suponían un quiebre radical y definitivo de las personas con el escenario patrio que abandonaban. A la vez, significaba el comienzo de una gradual y profunda inserción e integración de la población en el país receptor. Así se formó el Nuevo Mundo americano. El ejemplo clásico más conocido es el ‘melting-pot’ de EE.UU. Eso no es así hoy.
El avance de las comunicaciones y mucho más recientemente, la televisión, y los modernos medios de comunicación, han determinado un potenciamiento exponencial del efecto ‘pull’ del modelo. Este efecto atribuye la emigración desde un lugar, a la atracción que ejerce una sociedad desarrollada y distante, sobre la población de un país. Entonces, aquello que desata la movilidad hoy, ya no es tanto el descontento con el status-quo en casa, sino el deslumbramiento que ejerce una situación lejana -que es conocida-, y que se traduce en una atracción irresistible. Lo digo de otra manera: lo bueno de ayer en casa, hoy ya no se valora tanto, porque se conoce algo mejor fuera de casa.
Pero la inmigración del tipo ’pull’ ha fracasado, porque los inmigrantes forman -en los países que los acogen- verdaderos ‘ghettos’ territoriales y culturales que no se integran al país huésped. Viven geográficamente fuera de sus patrias, pero, a la usanza cultural de sus países de origen. Esta modalidad ha generado serios problemas, de variada naturaleza, en muchos países europeos. Lo estamos viendo irrumpir también en Chile.
No insistiré a este respecto. Sólo basta con dejar señalado que el Viejo Mundo postula, en subsidio, para dar salida a su agudo problema demográfico, una Europa llamada ‘de las sociedades multiculturales’, como pregona de sí misma Alemania, Francia y otros países. Dejo consignado que, varios autores califican esto como una suerte de utopía, con un alto riesgo explosivo; cuidado, globalización no es equivalente, no lo mismo, que multiculturalidad. Dejo esbozado a este respecto aquí un concepto nuevo más apropiado que está emergiendo, cual es el de ‘glocalización’, que está irrumpiendo con fuerza. En él se funde, en una sola unidad, globalización y localización.
Por globalización se entendería una suerte de “think global, but act local”.
6. La irrupción de la mujer al mundo laboral
He dejado para el final de mi discurso la pregunta qué es aquello que ha ocasionado una caída tan drástica en la tasa de fecundidad en Chile, que era de 5,4 hijos en la década de los años sesenta y hoy es tan sólo 1,9 hijos y, de este modo por debajo de la tasa de reposición.
La verdad es que, fiel a su tradición, nuestro país acoge y termina siempre imitando, en forma rezagada, procesos originarios del mundo desarrollado del hemisferio norte, ya sea de Europa o de Norteamérica.
Ellos han tenido, en ocasiones de nuestra historia, un cierto grado de ‘fatalidad’ ya que -por desgracia- también prevalece que las innovaciones negativas se propagan a mayor velocidad que los positivas. A este respecto pareciera conservar vigencia eso de que “…nadie escarmienta en cabeza ajena”. ¿Qué será aquello de nuestra idiosincrasia vernacular que nos lleva sistemáticamente a transitar entusiasta, pero imprudentemente, por procesos completos, sin un suficiente sentido crítico?
Sin duda alguna, la razón del por qué cae la tasa de fecundidad en el mundo y en Chile es, inequívocamente, por la incorporación de la mujer al mundo laboral. La postergación de la maternidad y la reducción del número de hijos es una consecuencia directa de ello.
Es, objetivamente, una dificultad conciliar la maternidad con el trabajo remunerado de la mujer fuera del hogar. Aclaro fuera del hogar, ya que dentro de él, la mujer realiza y ha realizado, desde todo tiempo y en todo lugar, un trabajo específico, propio e insustituible, magnífico por su naturaleza educadora-formativa y, además, porque está inspirado en y por el Amor, resultando por ello de la más alta calidad, eficiencia y eficacia.
Sabemos que en la sociedad del Saber, del Conocimiento y de las Comunicaciones en que vive la humanidad hoy, lo preponderante es la persona. Toda persona es actor, foco y factor poderoso de su propio progreso. De ahí que señalara al comienzo que el mundo es hoy más antropocéntrico que nunca antes en su historia.
Los países tienen grados crecientes de cobertura en la formación y educación-, masculina y femenina de sus jóvenes. Eso es, realmente, una innovación del mundo de hoy respecto al pasado. No sólo es legítimo, sino fundamental e imperativo que la mujer participe de ello. Nunca antes eso fue así, ni en la sociedad agrícola de los comienzos, ni en la sociedad industrial de ayer. Fue realmente la sociedad actual del Saber, del Conocimiento y las Comunicaciones, digamos mejor, la sociedad de los servicios, la que le abrió a la mujer la posibilidad cierta y masiva de su incorporación laboral. Y el sector servicios es el responsable hoy del 70% del actual PIB mundial.
Sólo en esta sociedad, se ha cristalizado para las personas la opción de salir y abandonar -masivamente-la pobreza, en vida de una generación. Esto es también inédito en la Historia de la Cultura.
Este último gráfico sintetiza la historia de las conquistas laborales masculinas en el mundo en el siglo XIX y XX. Sabemos que fue una lucha ardua, dolorosa y triste, pero que significó un gran avance: fue una gesta que “humanizó” al mundo, lo hizo más amable, nos hermanó a todos. Al final, se tradujo en progreso social generalizado, no obstante la reducción horaria laboral. Fíjense que hasta el año 1825, se trabajaban en Europa 82 hrs. semanales (14 hrs. diarias). Fueron necesarios 50 años para rebajar la jornada a 72 hrs. (12 hrs. al dia). Sólo el año 1900 se conquistó una jornada de 10 hrs. diarias, y semanas de 6 días laborales. En 1918, al cabo de la 1ª Guerra Mundial, se introdujo -por ley- la jornada diaria de 8 hrs. y, recién el año 1956 se obtiene la semana de 5 días laborales.
La larga historia de las conquistas laborales masculinas en el mundo, nos sirven para dimensionar el desafío que implica acoger e insertar, en propiedad y especificidad, a la mujer en una estructura laboral ad-hoc a su naturaleza. Mientras no se acometa esta tarea, no será posible revertir el comportamiento de la tasa de fertilidad.
Epílogo: Conclusiones y proyecciones del tema demográfico
• 1 Insisto en que todos los cambios demográficos que he reseñado están presentes también en Chile y, curiosamente, con una intensidad casi similar a la que se observa en el mundo desarrollado. Llama la atención que ellos hayan irrumpido y enraizado con tanta prontitud y profundidad en nuestro país, a pesar de nuestra posición de ultramar y de nuestra condición de finis terrae.
De algún modo se confirma aquello de que Chile operaría, a nivel del mundo, como una suerte de laboratorio experimental, para testear y observar -a una escala reducida, controlada y aislada- el efecto de innovaciones originarias del hemisferio boreal. Tenemos a este respecto, nutridos ejemplos en política, en economía, en libertad de comercio, en ensayos nucleares en el Pacífico, en ecologismo y ahora en demografía. Otros países han sido menos vulnerables que nosotros. He aquí un tema –el de la asimilación inmediata en escenarios periféricos de ultramar-, que amerita ser estudiado a fondo.
• 2 La asimilación a fardo cerrado de esta dinámica demográfica, originaria de un mundo milenario, densamente poblado y de profunda complejidad histórica, representa una amenaza inquietante para Chile. Esta ‘enfermedad’ del mundo desarrollado, sí, porque –digámoslo- la caída de la fertilidad por niveles bajo la tasa de reposición es un comportamiento anómalo de una sociedad, irrumpe en un país pequeño, aún bastante desestructurado y aislado, en comparación con aquellos del Viejo Mundo. Somos un país con una densidad baja y sub-poblado, con un proyecto territorial inconcluso y con un entorno vecinal que nos ha mirado durante toda nuestra historia republicana con recelo. Como país estamos aún lejos de desplegar todas nuestras potencialidades que son muchas. Por eso que los efectos de esta pandemia demográfica mundial pueden llegar a ser en Chile devastadores. También a este respecto, debemos indagar las razones del por qué tendemos a abandonar los imperativos que brotan de nuestra fisonomía territorial, histórica y cultural, para plegarnos a dinámicas exógenas.
• 3 En una dimensión sociológica, la irrupción de estas dinámicas demográficas, han determinado que la vida de las sociedades se despliegue hoy, ya no en una secuencia intergeneracional, con una solidaridad de generación en generación. Por el contrario, todo discurre ahora en un horizonte de tiempo intra-generacional, al interior, en el seno, en vida de una misma generación. Se apuesta -se juega- a que ya no serán mis hijos y mis nietos quienes abandonarán la pobreza, sino ello sería posible lograrlo para mí, en vida mía. Pues bien, de ahí brota la falsa apariencia e ilusión de que todo se juega, que se resolvería aleatoriamente en un perpetuo presente. Pienso que esta posibilidad de participar –ahora y aquí-, en la riqueza del mundo contemporáneo, puede estar influenciando las movilizaciones urbanas de ciudadanos que se observan en el mundo entero; un comportamiento que podríamos llamar, de pérdida masiva de la paciencia, en aras de acceder al progreso que se le ve a la vuelta de la esquina.
• 4 Esto último sería lo que explicaría, en buena medida, ese valor absoluto y sagrado que ha tomado en el mundo entero, “el hiperrealismo” y sobretodo, esa hegemonía absoluta que logra un “presente egoísta y aislado”, desconectado de un pasado, un origen que se desprecia, y de un futuro, un destino, que no reviste mayor interés. Por esta razón, ese ‘presente omnipotente’ queda muy precario e incierto, desalentador, y ha abierto la puerta de par en par a la primacía de un pragmatismo rampante, sí, de un individualismo ególatra.
• 5 Sabemos que ha sido la incorporación de la mujer con estudios superiores, la mujer profesional, al mundo del trabajo, aquello que ha hecho factible esta oportunidad de progreso en las sociedades. Por ello, nadie está dispuesto a dejar pasar esta legítima opción. Pero si no se acoge laboralmente a la mujer conforme a su naturaleza, respetando su rol de maternidad, no se logrará morigerar esta dinámica demográfica en marcha. El máximo desafío que enfrentan las sociedades, es generar una estructura laboral-económica y jurídica, que sea concordante y esté en profunda sintonía con la dignidad y la naturaleza de la mujer; una estructura laboral que respete acoja, valore y construya sobre lo específico e insustituible de ‘lo femenino’, que salvaguarde su rol insustituible de maternidad. Sólo por esta vía se pueden volver a recuperar las tasas de fecundidad necesarias para renovar la sustentación de las sociedades.
• 6 Con una población de tan sólo 17 millones, en proceso acelerado de envejecimiento, con un entorno vecinal delicado y, considerando que nuestro pequeño peso poblacional, nos obliga a seguir insertos y abiertos al mundo, me parece que arriesgamos -con imprudencia- nuestro desempeño futuro, en un escenario global, competitivo, movido por la innovación.
Con todo, soy un convencido que en Chile todavía hay margen para reaccionar, si bien este es cada vez más estrecho. Es una tarea que nos apremia a todos y a cada uno. No desaprovechemos un momento estelar de nuestra historia republicana, que nos llama a consolidarnos como un país estable, armónico, hermanado, con voluntad y alegría de ser y perdurar.
Muchas gracias
Santiago, 5 de Julio de 2012.