El Mercurio publicó el prólogo de la obra del Presidente de la Academia, Jaime Antúnez Aldunate, escrito por el académico de número José Rodríguez Elizondo.
Aunque publicado en 1992, solo recientemente tuve la noticia de este libro. Me lo regaló su autor con una sugerencia entre modesta y misteriosa: “Creo que puede interesarte”.
De momento lo puse en mi lista de espera -siempre demasiado nutrida-, hasta que una noche en que, tras horas de hojearlo, ya no lo pude soltar. El texto de Jaime Antúnez me interpelaba desde mi depresión vocacional, mi gnosticismo de baja intensidad, mi preocupación por la fragilidad de la democracia y mis vivencias en el socialismo real.
A poco leer me transportó, vía flashback, a dos días de mi vida en la República Democrática Alemana, a mediados de los años 70 del siglo pasado. En el primer pantallazo, me revisité en una sala espaciosa de la Karl Marz Universität, de Leipzig, ante un enorme mural -una gigantografía de óleo- en clave de realismo socialista. Un profesor me explicaba, entre crítico y risueño, cuántos académicos, obreros, campesinos y estudiantes y en que proporciones debió insertar el pintor, siguiendo pautas estéticas de la autoridad. En el segundo pantallazo yo, individuo solo, estaba en el quinto piso de un edificio institucional, tratando de entrar a un ascensor poco inteligente. El funcionario a su cargo ni siquiera me miraba y tampoco hacía gesto alguno para invitarme a entrar al vetusto aparato. En mi precario alemán le pregunté si la maquina estaba malograda y su respuesta me sorprendió: Gruppen nur, masculló. Él no baja ni subía solo para una persona.
Lo colectivo mandaba. Como individuos, calificados o no, el pintor y yo valíamos poco.