Pedro Gandolfo: “Lectura e instituciones”

El académico de número reflexiona sobre la caída de nuestras habilidades para leer y escribir bien en su columna del diario El Mercurio. 

Los cambios institucionales deben obedecer a razones. La razón de fondo, principal, fundamental, es que existe un problema social cuya solución falla, es impedida, dificultada, por una institución defectuosa. El mal diseño de la institución —quizás es anticuada, quizás fue mal concebida desde un principio y la experiencia ha puesto de manifiesto su inconveniencia— entorpece y, en este sentido, es una causa que remover si se quiere solucionar aquel problema. Nunca, diría, un problema social es puramente institucional. La multicausalidad es la regla. Pero, por ejemplo, la decadencia y descuido de nuestro patrimonio, el chileno, posee una causa institucional grave y nítida que podría ser alzada con un cambio legal pertinente y bien dirigido (y curiosamente, no ha ocurrido). Las preguntas son, pues, en este problema social concreto, ¿hay una variable institucional relevante? ¿Cuál es? ¿De qué manera esa variable es cómplice de ese problema? (diagnóstico) ¿A través de qué cambios institucionales podemos incidir en esa manera para que, en adelante, la institución colabore a la solución del problema? (tratamiento). El cambio gratuito, que no pase por este tamiz de racionalidad, es una experimentación socialmente peligrosa. En el arte, la experimentación, la originalidad, el mero cambio arriesgado es válido e, incluso, necesario. Avanza de ese modo. Pero en el mundo social e institucional, en que el bienestar —el dolor y la felicidad del pueblo— está en juego y los daños de un ensayo fallido pueden ser masivos e irreversibles, el cambio institucional debe ser sometido a crítica racional.

En Chile se viene dando desde hace décadas una caída en nuestras habilidades para leer y escribir bien. Es un problema social tremendo, de los más graves que enfrentamos, con consecuencias muy perniciosas en todos los ámbitos. Una de las cosas que le agradezco al Presidente Boric es que haya aparecido públicamente, en varias oportunidades, leyendo libros, citando a escritores y poetas. El modelo de un Presidente lector vale más que todos los planes de lectura que se han planteado y que no han detenido nuestra caída en picada en la lecto-escritura.

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¿Existe una causa institucional de este problema tan grave y esencial para nuestra cultura? ¿Cuál sería? ¿Se puede resolver con un cambio institucional en el plano legal o, incluso, en el plano constitucional? ¿Subir la jerarquía de la norma basta para resolver la supuesta causa institucional del problema? Es indispensable hacerse estas preguntas, debatir las posibles respuestas, pensar, aunque pensar cansa y la flojera intelectual es tan agradable y puede pasar inadvertida usando un par de consignas precisas.

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