El académico de número comenta la pasada “Cuenta Pública” en esta columna publicada en el diario El Mercurio.
La cuenta del Presidente Boric ante el Congreso Nacional fue el acto de asunción del mando del Estado por una generación que se formó en la sospecha y rebeldía hacia este. Tomar el mando del Estado es hacerse cargo del orden; es asumir la responsabilidad de garantizar la paz. Un peso que han contraído todas las generaciones que han conseguido dejar una huella histórica que supera el testimonio, partiendo por O’Higgins y los padres de la Patria.
Asir las riendas del Estado ofrece la oportunidad de fijar objetivos, movilizar energías, colocar agenda. Pero implica también asumir la continuidad; hacer propias las deudas y dolores acumulados, así como las promesas incumplidas.
El Estado es un enorme y viejo navío que ya lleva un rumbo que es difícil de alterar, no una embarcación ligera que se puede mover a voluntad. Quien tome el timón debe saberlo, o aprenderlo con prontitud para que sus intenciones no sean vanas.
Ante el Congreso, el Presidente Boric mostró tener claro su lugar, así como la tarea que tiene por delante. Su gobierno se ha encontrado con una sociedad que es muy distinta a la imaginada. El principal actor social son los dueños y choferes de camiones que exigen seguridad para trabajar. Las festivas marchas estudiantiles de ayer han sido sustituidas por los overoles blancos. La exigencia de una reforma del sistema de pensiones va a la par de garantías sobre la propiedad y herencia de los ahorros individuales. La ilusión de una nueva Constitución se ha visto empañada por una nube de desconfianza ante su desmesura.
>> Texto completo en El Mercurio (Suscripción)