El académico de número reflexiona sobre la información que recibe la ciudadanía respecto de los contenidos e implicancias del proyecto de Constitución redactado por la Convención Constitucional en su columna del diario Estrategia.
La desinformación va de la mano con una mala información, distorsionando la toma de decisiones correctas. Esto es un principio que se mantiene en vistas a decisiones de todo tipo, las cuales se ven a veces enturbiadas por afirmaciones como “no lo sabía”, “no lo había entendido así” o el más popular entre chilenos: “me dijeron otra cosa”. Esto es un tema relevante en cuanto a las opciones de políticas pública o decisiones fundamentales convocadas para orientar medidas o acuerdos a nivel de país. El referéndum que se aproxima, acerca del proyecto de Constitución que entregará la Convención Constitucional, es un caso relevante y trascendente del pronunciamiento ciudadano respecto de lo que se estimada debe ser la carta fundamental que nos rija por los próximos años y décadas. La adopción de una correcta decisión, como ha sido reiteradamente destacado, depende de la información que reciba la ciudadanía respecto de los contenidos e implicancias de los textos que se propongan. Cosa difícil de lograr cabalmente en un país como el nuestro en que más de la mitad de la población responde a la definición de analfabetismo funcional, es decir saber leer y escribir pero sin comprensión de los textos sometidos a examen. Aquí el tema de la información es aún más vital, y la misma puede diseñarse de muchas maneras, adquirir excelentes diseños gráficos y desarrollar atractivos mensajes. Pero nada de eso sustituirá la capacidad comprensora y lectora de la población a que se someta la decisión en cuestión. El resultado de la consulta en ciernes estará dominado por la apreciación subjetiva y dependiente de los mensajes publicitarios que, en muchos casos, determinarán los resultados. La autoridad debe exigir transparencia en lo que se transmita y en la información que se haga llegar al ciudadano medio para orientar su decisión respecto del texto que se propone.
as opciones que se presentan a la ciudadanía respecto del borrador de nuevas Constitución son simplemente dos: Apruebo y Rechazo. Esto conlleva una decisión irrefutable que cada cual elegirá como opción dependiendo de la información y de su criterio evaluativo. No hay otra opción posible en el marco de lo acordado y vastamente difundido a través de los correspondientes acuerdos políticos. Sin embargo, últimamente han surgido dos interpretaciones que distorsionan severamente esta opción que se presenta ante la ciudadanía. Por un lado hay sectores políticos que han comenzado a hablar de una “tercera vía”, entendiendo por tal una opción no presente ante la ciudadanía y que consistiría en un método o procedimiento para actuar en caso de que triunfe la opción rechazo. Como se ha entendido, esta propuesta no reconoce que debe volverse en tal evento a la constitución que nos rige actualmente (la del año 2005 ciertamente) sino que se generaría un nuevo proceso de estudio y redacción, lo que daría lugar a seguir extendiendo este problema y a crear un vacío que el país no puede ya soportar en términos de la incertidumbre en todo plano que existe. Lo que es claro es que si se rechaza el borrador propuesto por la Convención Constitucional, será el propio Parlamento chileno el que acometa la tarea de introducir las reformas que se estimen menester para enfrentar el futuro.