Lucía Santa Cruz: “Liberalismo conservador”

La académica de número enumera las bases del pensamiento conservador en su columna de El Mercurio.

Los errores conceptuales subyacentes a la discusión política actual son muy malos consejeros a la hora de intentar caminos de racionalidad. Proliferan muchas ideas equivocadas en todos los grupos, pero la confusión entre lo que significa ser “liberal” o “conservador”, en la filosofía política y en la práctica histórica, se ha transformado en un obstáculo importante para el necesario entendimiento entre las distintas corrientes de la derecha.

Parte del problema proviene del hecho de que muchas veces parecen ser utilizados como epítetos más que como conceptos científicos. Vargas Llosa ha escrito que su primer encuentro con estas categorías lo llevó a creer que ser “liberal” era ser libertino; y “conservador” era ser “cómplice de toda la explotación y las injusticias de que son víctimas los pobres del mundo”.

Reconozco que me violento cuando se define a figuras como Trump, Bukele o Bolsonaro como “conservadores”, y pienso que pensadores como Burke, Tocqueville, Oakshott, Aron y el mismo Andrés Bello, se revolcarían en sus tumbas y rechazarían vigorosamente cualquier paternidad, respecto no solo a los postulados promovidos por esos personajes, sino, más aún, respecto a sus prácticas políticas. Porque si hay algo que caracteriza al conservantismo clásico es la moderación y la prudencia, que son la conclusión lógica de sus creencias más profundas.

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