El académico de número analiza la propuesta de nuevo texto constitucional y reflexiona sobre el plebiscito del 17 de diciembre en una entrevista con Ex-Ante.
– La anterior propuesta de la Convención estaba marcada por la plurinacionalidad, siguiendo las ideas del boliviano García Linera. La actual desecha ese rasgo. ¿Es un texto superior en ese sentido?
En aquellos tiempos vino a Chile el entonces vicepresidente boliviano Álvaro García Linera para enseñarnos -textual- que “ninguna Constitución fue de consenso”. Decodificando, en vez de “casa común”, las constituciones debían ser instrumentos de lucha ideológica. Así ambientó su tesis de la plurinacionalidad, que fue el eje de la propuesta y que, de aprobarse, habría colocado a Chile en condiciones de máxima vulnerabilidad. Si ucranianos y rusos en Ucrania produjeron la guerra que estamos viendo.
Si en Israel dos pueblos protagonizan una guerra que conmueve a la humanidad… ¿Cuánta paz interna y externa podríamos tener en un Chile con once naciones? Visto así el tema, mantener nuestro país como Estado nación unitario no sólo es una ventaja. Es lo normal, racional y lógico para quienes valoramos la democracia y la paz. Esto, naturalmente, sin perjuicio de reconocer la existencia y derechos de nuestros pueblos originarios. Esta ha sido una gran asignatura pendiente
– Hernán Larraín dijo que era insólito que la izquierda prefiera rechazar y quedarse con la constitución de Pinochet (aunque reformada por Lagos). ¿Le faltó a la izquierda buscar mayores acuerdos?
Es difícil descifrar a nuestras izquierdas actuales. Por un lado, parecen más cómodas en los debates jurídico-políticos que proponiendo soluciones “en el seno del pueblo”.
Por otra parte, lucen más sujetas a sus emociones que a los análisis concretos de las situaciones concretas, como enseñaban sus clásicos. Es lo que me permite ejercer la imaginación para suponer que todo viene de la liviana interpretación de dos hechos históricos: El primero, con Salvador Allende anunciando una transición al socialismo con pleno respeto a la Constitución vigente.
El segundo, con Hugo Chávez proclamando que su revolución exigía una nueva Constitución de arranque. “Juro por esta moribunda Constitución”, dijo al asumir el mando. El corolario del fracaso de Allende y del éxito de Chávez, parece haber condicionado a parte importante de las izquierdas. Están privilegiando la lucha por el poder constitucional… para después dar la lucha por el poder real. Más curioso, aún, si ya están a cargo del gobierno.