El académico de número reflexiona sobre los acuerdos de paz entre israelíes y palestinos en su columna en El Líbero.
La invasión terrorista de Hamas a Israel y la réplica en formato guerra del primer ministro Benjamin Netanyahu, me indujeron a revisitar apuntes de mi misión diplomática en Israel. Entonces, coincidí con su fuente indirecta: el ocaso de los Acuerdos de Oslo, negociación diplomática diseñada para formalizar una paz autosustentable entre israelíes y palestinos. Su frustración se debió al impacto de episodios recurrentes de violencia, funcionales a la política anti-Oslo de Netanyahu. Fue una suerte de normalización del binomio atentado / represalia, que catalizó una secuencia en cadena: hegemonía de Netanyahu en el poder, proliferación de asentamientos judíos, división del liderazgo palestino entre Gaza y Cisjordania y polarización actual en Israel. Son temas que explican la guerra Israel-Hamas en desarrollo. Un nuevo tipo de conflicto bélico que estoy procesando para un texto mayor.
El fondo cultural
Ya vimos que en la base del conflicto está la partición territorial de la ONU de 1947 -sólo aceptada por los judíos- y estructuras culturales cuya importancia suelen desconocer los analistas occidentales. Condicionados por las semejanzas entre sus sistemas políticos y el de Israel, tienden a una contraposición simple: régimen democrático israelí vs. régimen autoritario palestino.