José Luis Cea: “¿Cómo usted arraiga una Carta que se va a terminar de escribir a tontas y a locas?”

El académico de número analiza el proceso de redacción constitucional en una entrevista en el suplemento Crónica Constitucional del diario El Mercurio. 

El constitucionalista cree que el proceso llevado a cabo por la Convención “ya no se salva”. Por eso, propone un acuerdo nacional que rescate los principios de nuestra tradición democrática para, a partir de ello, darle una “nueva oportunidad” al país.

Más de cinco décadas como académico en la Universidad Católica. 21 mil exalumnos egresados de ese plantel y de la Universidad de Chile. Un centenar de ayudantes, hoy convertidos en profesores… Los números que resumen la trayectoria de José Luis Cea son elocuentes. Considerado uno de los constitucionalistas más destacados del país, protagonista de distintos procesos de reforma y expresidente del Tribunal Constitucional, se apronta a agregar otro hito con el próximo lanzamiento de la quinta edición del primer tomo de su Derecho Constitucional Chileno: un trabajo de más de 600 páginas, actualizado para abordar incluso el proceso constitucional en marcha. 

Pero aunque a sus 81 años Cea tiene motivos para estar satisfecho, su ánimo es de preocupación. “La conversación nos ha llevado por un panorama que no puede ser alentador”, dice cuando ya está por concluir esta entrevista, resumiendo su inquietud por el curso que ha seguido el trabajo de elaboración de una nueva Carta. Porque el académico no oculta su desconcierto frente a las disposiciones ya aprobadas por el pleno y las que avanzan a serlo. Su cálculo es que bien podría llegarse a unos 600 artículos.

¿ Eso va a tener nuestra Constitución? 

—Es que no va a tener eso, yo creo que no puede ser aprobada. Porque si usted lee este documento con buena fe, usted dice en qué momento se han escrito estas disposiciones y se han aprobado por dos tercios. Aquí casi no hay reserva de ley, está todo dicho… ¡hasta los bomberos aparecen con tres artículos! Los grupos de interés, los grupos de presión, los grupos de tensión prácticamente se hicieron de este texto. Para qué decirle los pueblos originarios… Una especie de complicidad entre los constituyentes y los pueblos originarios en virtud de esta actitud tan irreflexiva de los plebiscitos y referendos del año 2020.

¿Cómo se llegó a esta situación? Lo aborda en su libro. La tesis es que durante el último medio siglo ciertos sectores han promovido una demolición institucional que si primero tuvo como blanco las instituciones de la Constitución de 1925, después se expresaría en el cuestionamiento de la transición democrática, denostada por quienes agrupa bajo el concepto de “autoflagelantes” y que han logrado instalar la visión de un Chile expoliado bajo el “neoliberalismo” más brutal. Los sucesos de 2019 les dieron la ocasión para imponerse.

Este último punto también lo analiza. Está convencido de que aquel 18 de octubre el país vivió una “asonada” de violencia, pero que nunca tuvo la fuerza suficiente como para haber puesto efectivamente en riesgo la continuidad democrática. “Mi hipótesis es que no hubo en Chile un movimiento revolucionario y deduzco inmediatamente una consecuencia: se equivocó el Presidente Piñera”.

—¿En el tema de la Constitución?

—Meridianamente se equivocó. Y todos estos reconocimientos ex post que ha hecho, en cuanto a que una Constitución mala no debiera aprobarse, son una cierta justificación de lo que fue un error craso. El 15 de noviembre de 2019, cuando se firmó ese acuerdo, fue un triunfo notable de esos sectores. La Constitución aparecía en el decimonoveno lugar de las preferencias de la ciudadanía, pero esa noche estaban todos felices con la nueva Constitución y el fin de la violencia, los dos pilares del acuerdo. El Presidente creyó que con eso iba a descomprimir la situación y se iba a hacer paz en el país. Pero la paz nunca existió; los autoflagelantes jamás dejaron de ejercer su presión hasta el día de hoy.

—La gran apuesta era que la Constitución permitiría encauzar y resolver nuestros problemas. ¿Fue una ilusión? 

—Nunca las Constituciones han sido solución para las asonadas. Las asonadas son derivaciones de una patología política. La política es noble y legítima, y tiene mucho que ver con solucionar el problema, pero no una Constitución, que es una hoja de papel. Si esa hoja de papel -como decía Jean Jacques Rousseau-no está grabada en el alma de la gente, no sirve para nada, es un libro. Hay que rescatar la política, en el sentido legítimo que tiene gobernar el país con respeto de la dignidad humana, la idea de progreso y de cambio como esfuerzo común… Yo no veo eso hoy. El proceso político está lleno de patologías. Este país está muy carcomido por el terrorismo. Yo fui un admirador y amigo de Jorge Millas, y leo y releo su librito sobre la violencia. Dice: no me confundan el ejercicio de la autoridad firme con violencia. Aquí, sin embargo, se confunde el ejercicio de la autoridad con la violencia y eso lleva a que se paralice el orden público.

“No es que yo sea partidario de la Constitución de 1980, o de la Constitución de 2005, o de la que ya tiene 61 reformas. Lo que digo es que una Constitución tiene que ser enraizada, tiene que ser, en un acto de 55 introspección colectiva, como decía Jaime Evzaquirre, internalizada en el espíritu de la gente. Entonces, por defectuosa que sea, usted perdona muchos defectos de la Constitución y aboga por las reformas, por los cambios. Pero, ¿cómo usted arraiga una Carta Fundamental que se va a terminar de escribir a tontas y a locas?”.

—¿No es solo un problema de forma? 

—Decir que Chile es un Estado social de derecho es falso. ¿En qué consiste el Estado social de derecho si se suprime la subsidiariedad y no se declara ahí mismo, en la primera cláusula, que el Estado social de derecho es subsidiario y solidario? Eso invita a la sociedad civil a participar, obligadamente si es necesario, a compartir, para que la lección que significa el 18 de octubre no repita. Pero Estado social de derecho, como se concibe, sobre la base de aplaudir que se termina la subsidiariedad y se declara una “república solidaria”, son errores conceptuales.

“Para qué decir lo que se ha hecho con el Senado. El Senado, que no lo vamos a liberar de críticas, tiene en general una trayectoria ampliamente legitimada. De allí han salido las mejores figuras de la política chilena. Ni siquiera lo transforman; lo eliminan y arman una institución, más bien una organización, que queda al margen del Congreso Nacional. Que no es nada en definitiva”.

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