José Joaquín Brunner: “Sueños de una noche de primavera”

El académico de número reflexiona sobre las razones del “mal-estar” tras el 18 de octubre en su columna del diario El Libero

No adhiero a la idea surgida de la clase ilustrada bien pensante que a propósito de los resultados de la reciente encuesta CEP dice: “ayer estábamos mal, ahora estamos mejor y, si todo continúa sobre rieles, mañana estaremos bien”. Cándido y el mejor de los mundos posibles.

El mal-estar del 18-O, el estallido, estaría quedando a nuestras espaldas, con su rechazo plebeyo del orden, revuelta violenta, e irrupción en el centro de la ciudad de toda clase de barras bravas; los excluidos de nuestra civilización burguesa.

Sin embargo, ese mal-estar, producto de la propia anomia capitalista —disyunción entre la meta cultural del éxito prometido (Chile-país-desarrollado) y la desigual distribución de los medios para alcanzarla— no ha sido superado ni ha quedado a nuestras espaldas. Está allí donde siempre estuvo, latente, al borde de irrumpir cuando se debilita la delgada capa de civilización con que las sociedades suprimen su agresividad destructiva (Freud dixit). Incluso, es probable que con la dislocación traída por la pandemia y con la crisis económica, su base de sustentación se haya ensanchado, igual como se mueven las placas tectónicas bajo el suelo de la sociedad. Quizá, la proliferación de conductas delictivas y desviadas que impiden dormir tranquilo a nuestro Cándido redivivo sea un síntoma de este movimiento sísmico.

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