El académico de número reflexiona sobre la crisis educacional en nuestro país en su columna de El Mercurio.
Un notable libro de Carlo M. Cipolla, historiador de la economía, contiene el siguiente párrafo: “Todas las semanas aparecen nuevos escritos sobre el problema de la educación”, escribía Merchior von Grimm en 1758; en 1762, anotaba todavía: “La moda de este año es escribir sobre el problema de la educación”.
De hecho, esta visión ha dado lugar a una verdadera retórica de la crisis educacional; la educación como desbarajuste permanente.
Al respecto, una autora afirma: “La crisis en la educación es un tópico dominante de los últimos cinco mil años. Desde el surgimiento de la escuela en el tercer milenio a.C., la sociedad se ha manifestado constantemente insatisfecha con el currículo, las maneras y los métodos de enseñanza y con los docentes. A su turno, los profesores han estado insatisfechos con los estudiantes y sus padres y con el salario que reciben (Kestere, 2019).
Un análisis bibliométrico muestra que desde 1910 el uso del término “crisis” ha crecido ocho veces en las publicaciones sobre este sector (Hutt, 2016). Solo durante el último quinquenio se publicaron en inglés 6,6 mil artículos académicos referidos a la “crisis educacional”(Google Scholar). A fines del siglo pasado, un estudioso alemán establecía que “la retórica de la crisis en la pedagogía se ha convertido en un clásico” (Tenorth, 1999). Efectivamente, según leí recientemente en un medio electrónico: “Que la educación está en crisis no es noticia que sorprenda a nadie”. En efecto, se ha normalizado como un estado habitual y continuo de la educación.