El académico de número revisa cuáles son las políticas positivas que ofrece la oposición con miras a la próxima elección presidencial en su columna en El Mercurio.
El sector de derechas alimenta en Chile expectativas de volver al gobierno en 2026. Las dos veces anteriores en que, desde el retorno de la democracia, ejerció dicha responsabilidad tuvieron resultados frustrantes para su electorado. La primera vez se dijo que el Presidente Piñera había dirigido una quinta administración de la Concertación. La segunda, en tanto, el Gobierno llegó a administrar un oasis, pero se encontró con un volcán en erupción.
Más encima, en ambas ocasiones la alianza de las derechas y su gobierno mostró un vacío de relatos; o sea, una carencia de visión necesaria para conducir el desarrollo del país.
Actualmente, las derechas se dirigen hacia la próxima elección presidencial con una ausencia similar de propuestas, amén de hallarse divididas entre un grupo ultraconservador y una coalición de fuerzas algo más moderada.
Procuran llenar este hueco con remozadas concepciones de “seguridad nacional” y “democracia protegida”. Para ello cavan zanjas y levantan muros materiales y simbólicos frente a la inmigración irregular, el crimen organizado y las ideas de izquierda. Ideas que, según proclama el líder más conservador, destruyen nuestra patria. Bukele es convertido así en signo de un autoritarismo legitimado por un modelo exitoso de represión. Y a la par, se echa a correr el fantasma de la censura ideológica.