El académico de número reflexiona sobre si puede ayudar la presencia militar a combatir el delito en Chile en su columna de El Mercurio.
La petición del alcalde Vodanovic, destacada figura del Frente Amplio, de sumar a militares en el combate al delito en Maipú, amenaza con empantanarnos en un debate ideológico y poco prioritario, que nos distrae de otras medidas de mayor eficacia.
El llamado del edil es uno desesperado ante un drama que angustia, cuando no mata a sus vecinos. No debiera descartársele simplemente como una estrategia de campaña y ojalá tampoco sirva únicamente para debatir políticamente acerca de las volteretas de la izquierda. Nada de eso ayudará a solucionar el acuciante problema que vivimos. Que sea un grito desesperado no quiere decir, sin embargo, que apunte en la dirección correcta.
Las viejas estrategias se han mostrado insuficientes para combatir las nuevas y más violentas modalidades del crimen organizado. No podemos demorarnos en renovarlas, pero tampoco dejar de acertar. Ya conocemos el despeñadero y, por la experiencia de otros, sabemos que puede ser peor; solo desconocemos los límites del horror que puede haber por delante.
¿Puede ayudar la presencia militar a combatir el delito? La palabra delito engloba un conjunto de fenómenos muy diversos: ciertas formas de colusión, robos por sorpresa, femicidios, tráfico de drogas, incendios y un largo etcétera. La presencia militar me parece pertinente solo ante tres situaciones: La primera es cuando la audacia y el poder de fuego de los delincuentes no logra ser repelida por las policías y sus armas. Un ejemplo es lo que ocurre en la macrozona sur.