El académico de número analiza las aristas de la posible renuncia del general director de Carabineros en su columna de El Mercurio.
El hombre de la noticia en los próximos días será Ricardo Yáñez, general director de Carabineros.
Hoy la institución cumple 97 años y su discurso es esperado con tanta expectación como el del Presidente en la Enade. El 7 de mayo será para él un día mucho menos glorioso: debiera ser formalizado por el delito omisivo de apremios ilegítimos con resultado de lesiones graves y homicidios. El Gobierno, de cuya confianza depende, le ha dicho, en todos los tonos, que no podrá enfrentar la formalización en calidad de general director, y él mismo ha afirmado que no se sentará con uniforme en el banquillo de los acusados, para así no afectar a la institución que dirige.
Me parece que la decisión de renuncia antes de la formalización puede dañar a Carabineros, en vez de protegerlo. Todo depende, creo, de los antecedentes que exhiba el Ministerio Público en la audiencia de formalización, cuestión que, a la fecha, no debiera conocer el Gobierno y solo parcialmente el general.
La razón esgrimida por el Gobierno; esto es, que una persona formalizada se concentra en su juicio y se distrae de sus funciones institucionales, no resiste análisis. El general Yáñez hace rato anda distraído en su juicio. Ha sido seis veces citado a declarar, negándose en cinco. Ha interpuesto dos recursos de amparo y uno de inaplicabilidad y ha tratado de inhabilitar a los fiscales. La razón del general para dimitir parece más seria: No dañar la imagen de la institución. Puede ser, pero también puede ser que la renuncia anticipada dañe la imagen de Carabineros.