El académico de número reflexiona sobre las perspectivas y mensajes de la ciudadanía tras las elecciones del 21 de noviembre en su columna semanal del diario El Mercurio.
Si se mira en perspectiva, el 21-11 la ciudadanía envió mensajes simples y directos. El primero fue: “la mera continuidad nos tiene hartos; no tenemos miedo de probar con algo nuevo”. Las cifras son elocuentes. Sumadas, las candidaturas presidenciales de las fuerzas que, desde el gobierno o la oposición, guiaron el rumbo del país desde 1990, consiguieron apenas 1,7 millones de votos, contra 5 millones que alcanzaban en 2013. Las fuerzas nuevas, como el Partido Republicano, el Frente Amplio y el Partido de la Gente, obtuvieron en tiempo récord una votación tal que les permite una presencia relevante en el Congreso y alcanzaron las primeras mayorías en la presidencial. De hecho, en segunda vuelta tanto Boric como Kast —cada uno a su modo— encarnan agendas de cambio igualmente ambiciosas: el primero aspira a crear un nuevo orden de contornos aún imprecisos, mientras el segundo pretende restaurar un orden que no es muy claro cuándo eclipsó.
El segundo mensaje fue: “los políticos nos tienen aburridos”. Es un murmullo antiguo, que ya se expresó en mayo, cuando tocó seleccionar a los convencionales, pero que esta vez alcanzó una resonancia inesperada. He ahí el fenómeno Parisi, que ahora cuenta con seis diputados. O el de Fabiola Campillai, elegida senadora con la primera mayoría nacional. O la renovación de la Cámara, con 90 diputados nuevos y 42 incumbentes derrotados. O el fracaso de cinco senadores en su intento por ser reelegidos.
El tercer mensaje fue: “no le vamos a entregar a nadie la confianza para usar el poder estatal a su antojo”. Quien lo intente —para decirlo en términos ajedrecísticos— se arriesga a un mate ahogado. A la Convención Constitucional, dominada por la izquierda, el electorado le puso al frente un Congreso con una poderosa representación de la derecha; a los gobernadores de centroizquierda elegidos recién en mayo les puso ahora cores de derecha; al nuevo Presidente, sea quien sea, le puso un parlamento virtualmente empatado. Es un check and balance natural que modera las aspiraciones refundacionales, quita capacidad de intervención del Estado y preserva la soberanía de los ciudadanos sobre su propia vida. Esto, seguro, tendrá efectos sobre la marcha de la Convención y los alcances del futuro gobierno.
El cuarto mensaje fue entonces el siguiente: “señores políticos, pónganse de acuerdo”. En otras palabras, hagan política, no den testimonio; actúen como el artesano, que sabe trabajar con las resistencias (y hasta las aprovecha en su beneficio), no como el dogmático que no cede sino cuando ya es demasiado tarde.