El académico de número explica por qué votará Apruebo en el próximo plebiscito del 4 de septiembre en una columna en el medio digital Ex-Ante.
El próximo plebiscito nos enfrenta a la disyuntiva de definirnos entre dos opciones, Apruebo o Rechazo. Blanco o negro, nada de grises. Resulta desgarrador, pero así opera la democracia: una elección forzada entre alternativas cerradas escritas en una papeleta, no una guiada por la compleja noción que cada uno pueda tener acerca de lo correcto o incorrecto, el bien y el mal. Esto mismo obliga a ponderar cuidadosamente la decisión que se tome, más aún cuando se trata —como en este caso— del marco valórico-jurídico que ordenará nuestra convivencia por un tiempo largo.
En Chile el proceso constituyente se ha realizado con inéditos niveles de transparencia. Hemos dispuesto de toneladas de información y análisis, gracias a aquellas provenientes de la Convención encargada de la redacción de la nueva Constitución Política, y al trabajo de los medios de comunicación y de los entes académicos que le han dado seguimiento. Aunque el tiempo ha sido escaso, los ciudadanos hemos tenido ocasión de reflexionar y deliberar. Ojalá las opiniones y proposiciones externas hubiesen sido aún más incidentes, pero, con todo, ellas han conseguido imponer algunos temas y corregir otros.
Así las cosas, ha llegado la hora de pronunciarse. Lo hago por el Apruebo, y ello a pesar de haber sido crítico público de muchos aspectos del proceso constituyente; a pesar de tener dudas sobre varias dimensiones de la propuesta; y a pesar, también, de que muchos de mis compañeros de ruta y generación se han volcado, con buenas razones, por el Rechazo.