Ernesto Ottone: “No creo que la voluntad electoral haya quedado marcada para siempre”

El académico de número analizó el escenario actual de la política chilena en entrevista publicada por el diario El Mercurio de Valparaíso. 

“Al igual que todo el mundo, yo no preveía un resultado tan sorprendente como el que se produjo”, sobre todo en la elección de convencionales constituyentes, admite el sociólogo, académico, escritor y columnista Ernesto Ottone Fernández, invitado frecuente a los más diversos espacios de análisis de la actualidad, sobre todo en estas semanas caracterizadas por la búsqueda de respuestas.

“El voto en la sociedad de la era de la información es extremadamente volátil, infiel, no guarda correspondencia con las categorías y sectores sociales que hoy no tienen una posición política permanente”, plantea el exsecretario ejecutivo adjunto de la CEPAL y exjefe de asesores del Presidente Ricardo Lagos, en alusión al vuelco de un electorado que hace menos de cuatro años llevó a la derecha al poder por segunda vez en una década y que ahora opta por la izquierda del Partido Comunista, el Frente Amplio y los independientes de la Lista del Pueblo.

“Pero igualmente mañana o pasado puede volver a votar por un candidato de derecha o de centroizquierda. Es un dato que hay que tener en cuenta. Por eso yo tampoco considero que la voluntad electoral haya quedado marcada para siempre en Chile”, agrega el ex alumno de la PUCV y doctor en Ciencias Políticas en la Universidad de París III, La Sorbonne Nouvelle, quien también aborda aquí el complejo momento de la centroizquierda, donde, dice, hace mucho que las cosas no se hacen bien “porque hay ausencia de convicciones, de memoria histórica y de proyecciones hacia el futuro”.

Lo que más le preocupa es que la Convención Constitucional pueda lograr “un texto avanzado, democrático y progresista”, que ayude a superar los problemas del país “y sea capaz de generar un marco para un Estado con capacidad estratégica, más fuerte y musculoso para hacer avanzar a Chile, y con un mercado que funcione mejor, sin colusiones ni abusos”, de modo “que nadie salga muy contento, pero tampoco muy triste. O que quienes terminen apenados sean aquellos de los extremos, que tienen verdades absolutas”.

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